Virgencita del Valle 

 

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Virgencita del Valle,
florcita de esta tierra 
de pedruscos y quiscos,
sola para los hombres sentidores y ariscos 
que tenemos el alma de la sierra.

Lirio que en recato
de la quebrada solitaria moras 
y nievas las auroras
en las azules cumbres del Ambato.

Santa Maria, la Antigua:
tras de la empalizada del fuerte y en la exigua 
Capilla, peor que la gruta de Choya,
cuando abrojos llevabas por rubies, 
¡cómo te amaron los indios y el coya,
y el español que puso en fuga a los calchaquies! 

Madrecita del Valle, ¿será que viene el día 
que nuestro Padre Francisco Solano
cumpla su profecía?
Ya está inundando Buenos Aires y todo el llano.

De Córdoba y Mendoza, de Santa, de Salta, 
va ganando la sierra donde tu amor se exalta 
lo poco que nos queda de español y cristiano. 
Acaso un dia has de flotar
sagrada como el Arca, sobre el mar, 
guerrera como siempre y peregrina, 
enarbolando sobre su templo, en la cumbrera, 
tu vestidito lleno de abrojos, cual la bandera 
dos veces argentina.

Mamita, ¡si yo habré 
deseado verte! Pero un dia iré 
seguro. Los recuerdos de mi infancia 
me tienen de tu amor cautivo
y sólo de tu nombre la fragancia 
orienta las jarilas en que vivo.

Te veo como entonces. El tiempo y la distancia 
espesan y perfuman la sombra de la estancia, 
te hunden como en grácil hornacina de tul... 
La vela en un rincón, sobre un ladrillo,
acaricia con un cálido brillo
tu rostro morenito, tu cuadro oro y azul... 

Por un resquicio entraban, de otra estancia más yerma 
luz de lámpara y los sollozos de mi enferma.
En torno del pábilo la vela se sumía,
y el milagro -una roja corola- florecia. 

Virgencita del Valle,
florcita de esta tierra 
de pedruscos y quiscos,
sola para hombres sentidores y ariscos 
que tenemos el alma de la tierra...