A María Auxiliadora

 

Padre Alberto Risco, S. J 

 

 

Eres faro en los revueltos mares, 
medicina en el lecho de agonia,
luna en las noches de tiniebla fria, 
norte de nuestra vida en los azares.

Jamás se oyó decir que a tus altares 
acudiese algün hijo, Madre mía,
que no haya visto al punto en alegría 
convertidos su llanto y sus pesares.

Llámete el mundo, refulgente Aurora
y Rosa y Lirio y diamantina Estrella, 
y te llame su Reina y su Señora,

que uniendo yo las gracias que atesora 
tu alma, en otra advocación más bella, 
te he de llamar: ¡Maria Auxiliadora!