El modelo de la Sagrada Familia

 

Padre José María Maruri, S.J

 

San Lucas 2, 22-40 

1.- Tengo la impresión de ser un gran atrevido al querer hablaros de la familia, yo que no tengo la mía propia. He nacido y crecido en una y sé de muchas, por vosotros mismos. Pero lo natural es que hoy nos hablara un padre o una madre de familia de su experiencia. 

Yo no creo que en ningún tiempo la familia haya sido algo idílico. En el mejor de los casos los problemas la han acompañado siempre. Lo mismo pasó con la familia de Nazaret, por mucho que se hayan esforzado los más famosos pintores en desfigurar la realidad.

Jesús, María y José, vivieron en un país ocupado por un ejército invasor con todos los derechos. Un país agitado de vez en cuando por los terroristas, pero los zelotes, en un ambiente religioso poco limpio, que Jesús iba después a vapulear. 

José no fue un obrero cualificado, sino un manitas de los que valen para todo, sobre todo para las chapuzas. Y que no pocas veces se vería en la plaza del pueblo esperando que alguien lo contratase y eso, además, sin subsidio de paro. 

José se encuentra con un hijo que no es suyo y lo acepta por fe después de resolver el problemón levantado en su corazón. María y José no comprenden la manera de actuar de Jesús Niño. Y cuando llegan los treinta años, María, cuyo único amparo y seguridad era Jesús, se ve abandonada por él.

2.- Nuestras familias tienen sus problemas que dificultan la convivencia: 

--cuando un miembro de la familia cae enfermo de importancia, toda la familia enferma.

--cuando los hijos, que han recibido educación cristiana dejan las prácticas religiosas, los pobres padres se sienten fracasados en su intento educador.

--cuando hay un revés de fortuna o una equivocación que hace descender el nivel familiar, hay bombardeos de acusaciones.

--cuando el padre de familia o no le prorrogan el contrato de seis meses o le jubilan anticipadamente, no pocas veces las relaciones esposo-esposa, hijos-padres se agrian.

--cuando el padre y la madre tienen que trabajar para sacar adelante la familia, y la vivienda es pequeña, el abuelo o la abuela ancianos, o el padre o la madre que no pueden vivir solos, son una angustia y un torcedor de corazón para las hijas y los hijos buenos que quieren cuidar de ellos.

--cuando los hijos convierten el hogar paterno en un hotel, regresando a casa a la hora que quieren sin hacer caso de la preocupación y el trastorno que causan, se crea un trastorno generacional, que yo llamaría falta de sentido común por parte de los hijos o exceso de egoísmo. 

--y si por su estupidez, debilidad u otras razones un hijo cae en la esclavitud de la droga el mismo infierno entra en la familia.

La familia que no haya tropezado con alguno de estos problemas, u otros más graves como sería la desunión de la familia por la separación de los padres, esa familia dichosa debe dar gracias a Dios día y noche.

3.- La familia será siempre el fundamento de la sociedad, aunque hoy no encuentre apoyo, ni aliciente gubernamental ninguno. Antes bien figuras bien representativas hacen alarde de “cambio de parejas” y hasta de acumulación de pareja, reflejo de un mini-harén moruno. No solo no se alaba la familia, sino que los grandes modelos que llenan los medios de comunicación no son padres y madres de familia, sino lo que podrían llamarse es “trota-catres”.

En la familia es donde el niño aprende a amar y a ser amado, a convivir, a sentir que pertenece a un grupo en el que se desarrolla y recibe apoyo. Si no es un niño poseído como un juguete por sus padres. Pero si se le deja crecer orientado y apoyado por su familia entera, el niño empieza a sentirse él mismo, agradecido a los que le ayudan a ser quien es.

En la familia aprende el niño la existencia de los elementos de una sociedad, aprende a que hay padre y madre, hay hermanos mayores y menores, hay tíos y tías, hay hombres y mujeres, hay diversidad de temperamentos, hay diversidad de opiniones. Pero todo eso es al mismo tiempo una unidad y sobre esa unidad y fortificando esa unidad está Dios, a quien todos respetan y quieren.

El niño aprende lo más fundamental, que el hombre no puede ni vivir solo, ni vivir para si mismo, sino que es un ser llamado por Dios a ser “para los demás”. Así fue la Sagrada Familia y hacia ese modelo deben tender las nuestras.