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Reflexiones
Marianas
Libro:
Es Cristo que pasa
San
Josemaría Escrivá de Balaguer
Por
Maria hacia Jesús
Desde
aquel año de 1935, en numerosas y habituales visitas a Santuarios de
Nuestra Señora, he tenido ocasión de reflexionar y de meditar sobre esta
realidad del cariño de tantos cristianos a la Madre de Jesús. Y he pensado
siempre que ese cariño es una correspondencia de amor, una muestra de
agradecimiento filial. Porque María está muy unida a esa manifestación máxima
del amor de Dios: la Encarnación del Verbo, que se hizo hombre como
nosotros y cargó con nuestras miserias y pecados. María, fiel a la misión
divina para la que fue criada, se ha prodigado y se prodiga continuamente en
servicio de los hombres, llamados todos a ser hermanos de su Hijo Jesús. Y
la Madre de Dios es también realmente, ahora, la Madre de los hombres.
Así es, porque así lo quiso el Señor. Y el Espíritu Santo dispuso que
quedase escrito, para que constase por todas las generaciones: Estaban
junto a la cruz de Jesús, su madre, y la hermana de su madre, María, mujer
de Cleofás, y María Magdalena. Habiendo mirado, pues, Jesús a su madre, y
al discípulo que él amaba, que estaba allí, dice a su madre: Mujer, ahí
tienes a tu hijo. Después, dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y
desde aquel punto el discípulo la tuvo por Madre.
Juan, el discípulo amado de Jesús, recibe a María, la introduce en su
casa, en su vida. Los autores espirituales han visto en esas palabras, que
relata el Santo Evangelio, una invitación dirigida a todos los cristianos
para que pongamos también a María en nuestras vidas. En cierto sentido,
resulta casi superflua esa aclaración. María quiere ciertamente que la
invoquemos, que nos acerquemos a Ella con confianza, que apelemos a su
maternidad, pidiéndole que se manifieste como nuestra Madre.
Pero es una madre que no se hace rogar, que incluso se adelanta a nuestras súplicas,
porque conoce nuestras necesidades y viene prontamente en nuestra ayuda,
demostrando con obras que se acuerda constantemente de sus hijos. Cada uno
de nosotros, al evocar su propia vida y ver cómo en ella se manifiesta la
misericordia de Dios, puede descubrir mil motivos para sentirse de un modo
muy especial hijo de María.
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