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Reflexiones
Marianas
Libro:
Es Cristo que pasa
San
Josemaría Escrivá de Balaguer
Por
Maria hacia Jesús
Llenar
de luz el mundo, ser sal y luz: así ha descrito el Señor la misión de sus
discípulos. Llevar hasta los últimos confines de la tierra la buena nueva
del amor de Dios. A eso debemos dedicar nuestras vidas, de una manera o de
otra, todos los cristianos.
Diré más. Hemos de sentir la ilusión de no permanecer solos, debemos
animar a otros a que contribuyan a esa misión divina de llevar el gozo y la
paz a los corazones de los hombres. En la medida en que progresáis,
atraed a los demás con vosotros, escribe San Gregorio Magno; desead
tener compañeros en el camino hacia el Señor.
Pero tened presente que, cum dormirent homines, mientras dormían los
hombres, vino el sembrador de la cizaña, dice el Señor en una parábola.
Los hombres estamos expuestos a dejarnos llevar del sueño del egoísmo, de
la superficialidad, desperdigando el corazón en mil experiencias pasajeras,
evitando profundizar en el verdadero sentido de las realidades terrenas. ¡Mala
cosa ese sueño, que sofoca la dignidad del hombre y le hace esclavo de la
tristeza!
Hay un caso que nos debe doler sobre manera: el de aquellos cristianos que
podrían dar más y no se deciden; que podrían entregarse del todo,
viviendo todas las consecuencias de su vocación de hijos de Dios, pero se
resisten a ser generosos. Nos debe doler porque la gracia de la fe no se nos
ha dado para que esté oculta, sino para que brille ante los hombres;
porque, además, está en juego la felicidad temporal y la eterna de quienes
así obran. La vida cristiana es una maravilla divina, con promesas
inmediatas de satisfacción y de serenidad, pero a condición de que sepamos
apreciar el don de Dios, siendo generosos sin tasa.
Es necesario, pues, despertar a quienes hayan podido caer en ese mal sueño:
recordarles que la vida no es cosa de juego, sino tesoro divino, que hay que
hacer fructificar. Es necesario también enseñar el camino, a quienes
tienen buena voluntad y buenos deseos, pero no saben cómo llevarlos a la práctica.
Cristo nos urge. Cada uno de vosotros ha de ser no sólo apóstol, sino apóstol
de apóstoles, que arrastre a otros, que mueva a los demás para que también
ellos den a conocer a Jesucristo.
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