Maria
supera las prueba de su fe
Padre Tomás Rodríguez Carbajo
Toda
prueba superada hace más madura a la persona que sale de ella airoso. Por
muy variadas pruebas pasó María, cuando avanzó en su vida en la
“peregrinación de la fe”:
1.
Prueba psicológica de
desgaste: Fruto de la monotonía de las mismas cosas y sin brillantez. Es
una prueba difícil, pues, el cansancio se puede apoderar de nosotros y
dejamos el camino a medio recorrer.
2.
La prueba más aguda para la
fe de María estuvo en el “desastre” del calvario.
Hasta
entonces su Hijo no había sobresalido de una manera aparatosa, pero ahora
“no quedaban esperanzas”, visto humanamente. La fe de María le hace
estar allí junto a la cruz ve cumplida aquella profecía de Simeón que de
“una espada traspasaría su alma”.
3.
La prueba más peligrosa por
la que pasó la fe de María fue la de los 30 años bajo la bóveda del
silencio de Dios.
Lo
que más desconcierta a los caminantes de la fe es el silencio de Dios; las
criaturas nos hablan de Dios, pero Dios mismo calla. Es un silencio
obstinado e insoportable, que lentamente va minando las resistencias más sólidas,
por ejemplo, las injusticias, calamidades, desgracias, etc. El creyente es
invadido por el silencio envolvente y desconcertante de Dios, por una vaga
impresión de inseguridad: “Escondiste tu rostro y quedé desconcertado”
(Salmo, 29).
Una
fe adulta nos librará del desconcierto y nos evitará ser quebrantados por
el silencio.
4.
La
prueba de la desconfianza por parte de José, cuando aún no estaba
enterado del misterio de su maternidad. María pasó por la pesadumbre y
humillación de no poder compartir su alegría, ocasionando en Ella una
desazón.
La
fe no exime del dolor y sufrimiento, sino todo lo contrario, se purifica en
el crisol de la monotonía, del desastre, del silencio, de la desconfianza
para así salir más afianzado de Dios.
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