Maria la mujer del silencio

 

Padre Tomás Rodríguez Carbajo

 

 

Normalmente somos más propensos a hablar que a escuchar. Somos víctimas de ruidos, de chillidos, y nos rodea un ambiente de dispersión que impide el zambullirse en el interior de cada uno para buscar un remanso de paz y sosiego.
No encontramos tiempo para rumiar lo que “hemos visto y oído” no hacemos nuestro lo que hemos recibido, tal vez por falta de madurez.
El silencio se necesita para escuchar a alguien, es condición indispensable para interiorizar lo que tenemos. María “guardaba todo en su corazón” no para acumular conocimientos, sino para tener materia de conversación con Dios, quien se vale de distintos modos y maneras para comunicarse con nosotros.
Ella estaba en continua sintonía con Dios, sin que esto fuera obstáculo para hacerse presente allí donde la necesitaban, v.gr. Caná, el Calvario..., estaba imbuida de un silencio meditativo, ya que no tenía por qué buscar fuera lo que tenía dentro de Sí, a Dios, Sumo Bien y Máxima Felicidad.
Es sintomático el que el mismo Evangelio guarde silencio, no total, sobre María, es una manera práctica de decirnos lo que Ella hizo. Pocas palabras nos trasmitieron de María, para todas ellas de una gran profundidad y mensaje. La única que dirige a los hombres es todo un programa de actuación para nosotros: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2,5), y al mismo tiempo denota su puesto en nuestra vida: Llevarnos a su Hijo. No es un discurso, es una frase densa que da un sentido total a nuestra vida. La palabra regada con el silencio en el diálogo íntimo con Dios lleva indefectiblemente una abundante cosecha, pues, “Sin Mí no podéis hacer nada” (Jn. 15,5).