Santa María de la fiesta

 

Padre Tomás Rodríguez Carbajo

 

 

Hay palabras que nos evocan otras, porque siempre están unidas entre sí, tenemos, por ejemplo, la palabra fiesta, siempre nos lleva a la mente la de alegría, felicidad, pues, no se concibe una fiesta en un estado de tristeza del alma. 
1. María es fiesta, porque está en Ella Dios.
Lejos de la idea de Dios y de todo lo concerniente a Él lo que lleva consigo tristeza, pena, angustia, temor, incertidumbre. 
María era consciente de que estaba no sólo rodeada, sino habitada por Dios, de ahí que tenga siempre sentimientos de paz y alegría (Gal. 5,22).
María vivía el momento presente con la máxima solemnidad, pues, estaba total y continuamente absorta en la realidad de su maternidad.
2. María lleva la fiesta y alegría consigo.
Cuando visitaba a su parienta Isabel, ésta y el hijo que lleva en sus entrañas se alegran, porque la presencia de María lleva la de Jesús. (Lc. 1,41-45).
Cada uno lo expresa a su manera, la madre con el canto de alabanza a quien se digan visitarla, y el niño saltando de gozo en el seno materno por la llegada tan esperada del Mesías.
Cuando María asiste a la fiesta familiar de unas bodas, no permite que decaiga la alegría propia del momento por el imprevisto del apuro de haberse terminado el vino.
Ella no es ajena a la alegría muy humana, que todos los hombres buscamos.
3. Por María celebramos la fiesta.
Por Ella nos ha llegado a nosotros el bien tanto tiempo anhelado y que nadie por su cuenta podía alcanzar: La Salvación.
Al disfrutar de este bien de una manera consciente produce en nosotros sentimientos festivos y alegres.
La salvación nos la ha conseguido Cristo, pero El ha querido que una pieza clave para poderla llevar a cabo, como la realizó fuese María. 
La fiesta a la que nos invita María no es chabacana, sino muy apreciable, como lo es nuestra salvación. María por ser fiesta la lleva a donde va y por Ella celebramos la mejor de las fiestas: Nuestra Salvación.