La Virgen y los Templarios

 

Padre Tomás Rodríguez Carbajo

 

 

1.     La orden de los Templarios.

No hay ninguna Congregación o Instituto Religioso que no tenga en sus Reglas o Estatutos una veneración y respeto a la Virgen.

Las hay que lo hacen tan patente que conceden un puesto en el nombre con que se les conoce.

La orden del Temple instituida en S. XII en Jerusalén y hoy extinguida, no era menos en sus Ordenanzas o Reglas, pues, profesaban como frailes-caballeros. Como monjes tenían una vida espiritual de oración y sacrificio, como caballeros eran guerreros defensores de los caminantes que iban en peregrinación a visitan el Santo Sepulcro.

Leyendo sus Reglas vemos el puesto que la Virgen ocupaba en su vida espiritual, aparece en cuatro de las 72 ordenanzas.

A tres se puede resumir los puntos:

Ä Al citarla hacen una declarada manifestación de los dogmas marianos entonces existentes: Maternidad divina y Virginidad perpetua declarados respectivamente en el 3º Concilio Ecuménico, el 2º de Calcedonia en 451.

En la Ordenanza 48 al hablar de los enemigos de la religión dice: “... y extirpar de la tierra a los incrédulos que amenazan al Hijo de la Virgen”.

 

Ä  Un respeto especial en el rezo en honor de la Virgen, pues, en la Ordenanza 7ª manda que los “Maitines de Nuestra Señora” sean rezados de pie y no sentados como la mayoría del “Oficio Divino”.

 

Ä  Una celebración especial en cuanto a la comida en las fiestas de la Virgen, ya que sólo podían comer carne tres veces por semana (ordenanza 10), pero no se incluían en estos días Navidad, Pascua de Resurrección, Festividad de Nuestra Señora y Todos los Santos. Estas fiestas si caían en viernes (ordenanza 13) les libraban de la ley de la abstinencia.  

 

2.     Los Templarios y la Virgen de la Encina.

La Orden del Temple, semimonacal y semiguerrera, se difundió con mucha rapidez por toda Europa. España fue uno de los países que abrieron pronto sus puertas a estos célebres caballeros.

Una de tantas fortalezas como tuvieron fue la de Ponferrada.

Una piadosa tradición atribuye a los Templarios el hallazgo de la Virgen de la Encina por el año 1.200, en el hueco de una encina al hacer madera para el castillo. Los religiosos caballeros del Temple, que encontraron la imagen la bautizaron con el nombre de la Encina, dedicándole la primera iglesia en el mismo lugar que ocupó la encina en que estuvo depositada y celebrando su fiesta el 8 de septiembre en memoria del día que la encontraron.

Ellos la tuvieron como su patrona y Señora del Bosque, la saludaban todas las mañanas, pues, estaba a pocos pasos del castillo.

No quisieron acaparar para ellos solos el amor a la Señora, sino todo lo contrario, pronto se extendió pro la comarca esta devoción a la Virgen bajo la advocación de la Encina, como nos lo demuestra el hecho que 30 años más tarde existía el santuario de Nuestra Señora de la Encina, levantado exclusivamente con limosnas de los devotos.

Este hecho es una lección más de los acontecimientos: La sucesión de algo accidental para la vida, aunque haya sido importante en un momento histórico, como la Orden del Temple, y como perdura lo esencial para la vida religiosa del hombre, el amor tierno a su Madre, la Virgen.