María, mujer creyente

 

Padre Tomás Rodríguez Carbajo

 

 

Entendemos por creyente aquélla persona que responde libre y positivamente a Dios, que le habla.

Sólo las religiones, que se tiene por reveladas: Judaísmo, Cristianismo e Islam, exigen de sus seguidores ser creyentes.

María siempre dijo “Sí” a toda la palabra que Dios le dirigió. En su primera escena, en la Anunciación, una vez que conoce la voluntad de dios responde positivamente a los proyectos, que tenía Dios para Ella, aunque no coincidían con los suyos.

De una manera verbal en la Anunciación y de manera implícita, pero real en todos los momentos de su vida María ejercitó la fe. Su adhesión total a Dios hace que continuamente escudriñe la voluntad de Dios  para aceptarla, aunque no siempre entendería lo que Dios le decía, pero el riesgo de creer le da a ella una total y plena seguridad.

Ella probó la oscuridad de la fe durante el largo periodo de la vida de Jesús en Nazaret, pues, a simple vista parecía aquellos años una perdida de tiempo para la gran misión, que le Padre había confiado a su Hijo. ¿Qué decir de la horripilante escena del Calvario? Ella estaba segura de que su Hijo era el Mesías anunciado como Salvador del mundo, a pesar de la clara apariencia de fracaso, que parecía sufrir su obra y su doctrina.

La fe no es ningún tranquilizante para nuestra vida, sino una lucha continua, pero siempre con una visión nueva de los acontecimientos, los ve desde la perspectiva de Dios. Por eso María ante el dolor, sufrido e incomprensión no se anonadó, ni mermó su fe, pues, sabía que el ser creyente no lleva consigo el estar libre de todo aquello que no lleva consigo el estar libre de todo aquello que nos molesta; aceptó  las pruebas y de ellas salió su fe más fuerte y segura.

La fe de María en Dios no surgió en un momento claro de su vida de Madre de Jesús, sino que antes de concebirlo en su seno, ya le había dado cabida en su corazón a la Palabra y al Amor de Dios.

María es mujer creyente como buena descendiente de Abram.

María es Madre creyente, porque aceptó pronto y plenamente todo lo que Dios le decía, pues, “para decir a Dios que sí, no hace falta pensarlo mucho”.