Bajo
tu amparo
Padre Tomás Rodríguez Carbajo
La
oración más antigua conocida que los cristianos han dirigido a la Virgen
se ha encontrado en un papiro, que se remonta a finales del siglo tercero o
principios del siglo cuarto, es la oración conocida como “Sub tuum
praesidium”, cuyo texto dice:
“Bajo
tu amparo nos acogemos , Santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo
peligro, Oh Virgen gloriosa y bendita”.
Procede
de las comunidades cristianas de Egipto. En ella aparecen algunas de las
facetas de la verdadera devoción: Veneración y súplica.
María
es saludada como Madre de Dios, título raíz de todos los privilegios que
iba a tener. Antes de que el Concilio de Efeso (a. 431) lo declarase dogma,
el pueblo ya lo profesaba, de ahí la reacción de repulsa hacia Nestorio y
sus seguidores, que predicaban contra esta verdad admitida por el pueblo
fiel.
No
es de extrañar que en esta oración apareciese con toda nitidez esta verdad
“Santa Madre de Dios”, pues, desde la época inmediatamente posterior a
los Apóstoles ya aparece en las más antiguas
redacciones del Símbolo o Credo de los Apóstoles.
Junto
a la verdad e la maternidad divina aparece la otra igual de antigua, la de
la Virginidad de María.
La
profesión de estas verdades establece el fundamento del culto a María, y
la razón por la que el cristiano acude a Ella con la fe de que su poder es
inmenso y su compasión grande.
Los
siglos van pasando, pero las realidades perennes no cambian, Ella es
poderosa ante
su Hijo y nosotros somos necesitados y limitados, razones por las que
podemos tenerla como Abogada y Medianera ante Dios.
Todo
buen cristiano ha sido consciente de esta doble y distinta realidad, de ahí
que siga teniéndola presente en su vida sin encasillarla en una época
determinada a en un cierto ritmo de vida; María es una realidad necesaria y
por lo tanto no podemos prescindir de Ella.
Bajo
el amparo de María nos encontramos seguros y felices como niños en el
regazo materno.
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