¿Podemos usar imágenes de María para orar?

 

Víctor Manuel Fernández

 

 

¿Por qué podemos usar imágenes de María para orar? ¿Acaso la Biblia no prohibe las imágenes? Vayamos por parte.

El uso de imágenes ya en el Antiguo Testamento

El pueblo de Israel se caracterizó por un culto sin imágenes, porque así lo establecía el Decálogo: "No harás imágenes... No te postrarás ante ellas" (Ex 20, 4-5; Dt 5, 8-10). Se consideraba propio de los paganos hacer imágenes de criaturas (terrestres o voladoras) para adorarlas y confiar en ellas. 

Sin embargo, Dios mismo mandó que en el templo se pusieran imágenes de ángeles, junto al Arca de la Alianza. No es posible pensar que esas representaciones de ángeles (que también hubo más tarde en algunas Sinagogas) eran sólo decorativas y no corrían el riesgo de ser veneradas. Además, el solo hecho de hacer esas imágenes de ángeles ya habría sido una violación del mandato divino: "No harás imágenes".

Sin embargo, destaquemos que el mismo Dios pidió que se fabricaran esas imágenes de angelitos (Éx 25, 18). Eso significa que no había una prohibición absoluta de utilizar imágenes. Lo que se prohibía era adorar las imágenes, como si esos trozos de materia fueran Dios. 

Además, advirtamos con atención que el "Arca de la Alianza" que se guardaba en el templo de Jerusalén era una representación material, era un objeto material que recibía veneración. No sólo eso; además se le atribuían poderes especialísimos, lo cual formaba parte de la "religiosidad popular" judía. 

Así lo confirman algunos textos como 1 Sm 4, 3-5; 6, 19; 2 Sm 6, 12-23 (cf. también Jos 3, 11-13; 6, 11-13). Vale la pena leer atentamente esos textos para descubrir que la religiosidad judía estaba cargada de mediaciones y de formas sensibles de expresión de la fe, muy semejantes a las de la religiosidad popular de los católicos.

Por otra parte, los distintos querubines del templo eran imágenes muy llamativas y destacadas (Éx 25, 18-22; 36, 35; 37, 7-9). Si bien algunos de esos querubines no eran visibles para el pueblo, otros sí lo eran. Y los querubines del Arca de la Alianza seguramente se hicieron populares cuando el Arca estuvo fuera del templo (1 Re 8, 6-7). 

Ciertamente no eran adorados como si fueran dioses, pero nada aseguraba que la piedad del pueblo no dirigiera a ellos alguna plegaria. 

Insistamos: La sola existencia de los querubines en el templo, colocados por expresa indicación d e Dios, muestra que la prohibición de las imágenes no era absoluta. Por lo tanto, las imágenes podían tener algún sentido, subordinado a la absoluta majestad de Dios, que es el único digno de ser adorado.

Los cristianos y el sentido de sus imágenes

Los cristianos de los primeros cinco siglos parecen haberlo entendido así, porque en las catacumbas había representaciones de Cristo y de algunos santos. Ciertamente, no recibían adoración, pero nada puede probar que fueran imágenes sólo decorativas.

Ante la duda, algunos obispos y Concilios locales prohibieron las imágenes. Pero el Papa San Gregorio Magno aportó claridad explicando que "la pintura da a los ignorantes lo que la lectura le da a los lectores" (San Gregorio Magno, Carta 13; PL.LXXVII,1128). 

Es decir: Si puede publicarse un libro que se refiere a personajes santos, modelos de vida y maestros, ¿cómo llega esto a los que no saben leer?. Para quienes no leen libros, eso puede expresarse a través de pinturas o de imágenes. En ese caso, la atención de la persona no se dirige al lienzo o al trozo de yeso, sino a lo que está representado a través de esos elementos visibles.

El culto a las imágenes fue aprobado oficialmente por el Concilio II de Nicea, en el año 787 (DS 600-603). El Concilio de Trento (DS 1823ss) explica que los gestos de veneración se dirigen a quienes están representados, y no al trozo de materia pintada o decorada. 

La tradición cristiana nunca admitió que se rindiera adoración a un objeto o a una imagen, ni que se pusiera la confianza en cosas materiales; pero sí aceptó el uso de imágenes como mediaciones para la oración y como recursos catequísticos o piadosos.

Los ídolos paganos y las imágenes cristianas

Para la Carta de Jeremías (Bar 6) no es posible pensar que los ídolos de Babilonia tuvieran un valor representativo, ya que se daba por supuesto que esos ídolos no representan nada real, sino puro vacío. Simplemente porque los ídolos no existían. 

Pero otra cosa es utilizar una imagen de la madre de Jesús, que es real, que es nuestra madre, que escucha nuestras plegarias. Lo que hay que evitar es que eso se convierta en la adoración de un pedazo de materia. 

Los límites no siempre son claros, pero ciertamente conviene evitar una mentalidad rígida. No es posible identificar del todo los simbolismos de la religiosidad popular con la adoración de ídolos. Los ejemplos utilizados en la descripción de la Carta de Jeremías (Bar 6), si nos dejamos llevar por la imaginación, pueden hacernos pensar en las procesiones con imágenes y en otras prácticas católicas. Sin embargo, el sentido que da la Iglesia a esas expresiones religiosas es esencialmente distinto al de la idolatría babilónica, porque para los católicos la adoración se dirige sólo a Dios.

Nuestra confianza puesta en Dios se puede expresar utilizando imágenes. No se las considera objetos mágicos. Son sólo "modos" de expresar la súplica confiada en el infinito poder de Dios, el único que ha de ser adorado. También nos sirven para acudir a la súplica de los amigos de Dios que están en el cielo y pueden clamar por nosotros (cf Ap 6, 9-10; Zac 1, 12-13). 

Hoy, los mayores riesgos de idolatría no están tanto en la religiosidad popular, sino en algunas corrientes falsamente religiosas, como la New Age. Allí se propone el uso de objetos, pirámides, piedras, como si fueran fuentes de vida interior, de armonía divina, de realización, o consideran a la tierra como una gran diosa viviente. Eso sí es idolatría.

En este sentido, la Carta de Jeremías (Bar 6) ofrece un mensaje actual. Nada se puede esperar de esos objetos, como si tuvieran poder para cambiar el curso de la historia. Más bien resuena la invitación a adorar sólo a Dios (v. 6a) y a confiar sólo en él, que tiene cuidado de nuestras vidas (v. 6b). Pero sobre todo, este texto bíblico nos invita a no tenerle miedo a los ídolos: "¡No les teman!" (vv. 14.22.28.64.68).Una persona justa, que adora únicamente a Dios, tiene en ello la mejor protección (v. 72), que los ídolos son incapaces de otorgarle.

La clave: Una prolongación de la Encarnación

Pero, como ya vimos, Dios puede expresar su poder ayudándonos a través de nuestros amigos, los santos, y sobre todo a través de la madre de Jesús y madre nuestra. Eso no le quita nada a nuestra adoración a Dios.

Si Dios ha querido hacerse visible, cuando el Hijo de Dios se hizo hombre, es porque quiso adaptarse a nuestra sensibilidad. Él podría habernos hablado con una iluminación mental invisible. Sin embargo, prefirió respetar que somos un cuerpo, que tenemos sentidos, que pensamos utilizando lo que percibimos a través del tacto, la vista, etc. Por eso el Hijo de Dios se hizo visible, quiso tener un cuerpo como nosotros. Por eso mismo podemos representarlo a través de una pintura o de una escultura. Y lo mismo podemos hacer con su Madre. 

Si tenemos en cuenta esa "adaptación" de Dios a nuestra sensibilidad, no podemos pensar que sólo es posible expresar nuestra fe mirando un papel escrito o usando la mente. También podemos expresar nuestra fe con signos, símbolos, pinturas, imágenes, etc. Dios ha querido así que los distintos pueblos y regiones del mundo expresaran su amor a María desde su propia cultura y de maneras muy diferentes. Por eso existen tantas advocaciones y tantas imágenes de María.

Veamos un ejemplo claro: Un habitante de la Puna puede decirle a Jesús que lo ama utilizando palabras. Pero también se lo puede decir besando un crucifijo con inmenso cariño y con lágrimas sinceras en los ojos. Eso no es adorar un trozo de materia. Decir que eso es una idolatría sería un insulto a la fe sincera y profunda de muchos cristianos sencillos que aman a Jesucristo, y saben que lo están amando a él y no a un pedazo de madera o de metal. Lo mismo sucede cuando besamos una imagen de la Madre que Jesús nos dejó y le pedimos ayuda.

Es cierto que algunos cristianos pueden desviarse y caer en supersticiones. Es cierto que muchos pueden poner su confianza en objetos o volverse fanáticos de una imagen o de otra, olvidándose de Dios, de Jesús o de su Madre. 

Pero igualmente, cuando uno canta una canción religiosa puede olvidarse que se la está dirigiendo al Señor o a María, y puede volverse fanático de la canción misma o distraerse sólo en su melodía o en los sonidos de la voz. Sin embargo, eso no nos lleva a despreciar las canciones religiosas como si fueran peligrosas. Una cosa es usarlas y otra cosa es usarlas mal.
Todo esto significa que hay que brindar una educación religiosa adecuada y no poner a todos los católicos en la misma bolsa, acusándolos de adoradores de ídolos.


Le damos gracias a Dios, que nos permite usar nuestros sentidos para expresar nuestra fe y nuestro amor cristiano con todo lo que somos, con todo nuestro ser. Le damos gracias porque no quiso que nos faltara una Madre espiritual y porque nos permite expresarle nuestro cariño a través de tantas imágenes y advocaciones.  

No la adoramos a ella. Porque sólo Dios merece adoración. Tampoco nos quedamos en la materia de esas imágenes ni en sus colores y formas. Nos dirigimos a María, que está junto a Jesús y nos lleva a Jesús. A través de las imágenes, podemos recordar que ella está con nosotros, que es la Madre que Jesús nos dejó para que nos acompañara, nos consolara y nos alentara. Gracias Señor.

Fuente: san-pablo.com.ar