María es amor compartido 

Cardenal Francisco Xavier Nguyen Van Thuan

 

Siendo toda para Dios, María no es ajena para el mundo. Más aún, para ella, el mundo es el lugar donde Dios encuentra al hombre, donde se espera a Aquel que “por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo”. 


Mirémonos, queridos amigos, junto con toda la Iglesia, en la que es “la tierra del incontenible”, la que acoge la Salvación y la comparte. 

1. Festinabat in montana (se apresuraba a la montaña)

Inmediatamente María lleva ka buena nueva, que es Jesús, a su prima Isabel, comparte el amor que Dios le ha comunicado; permanece durante tres meses al servicio de su prima; hace exultar a Juan el Bautista por la cercanía de la salvación y continúa viviendo con Jesús en su seno, sintiendo que crece en ella Dios hecho hombre. 

He aquí el camino de la Iglesia: servir al hombre llevando y comunicando a Jesús que vive en nosotros. Es llevar así la salvación, el gozo. Tal vez muchas veces Isabel y María cantaron juntas el Magnificat. 

2. Viderunt puerum, cum María mater ejus (Vieron al niño con María su Madre)

María es mensajera de la misericordia. En la extrema pobreza del pesebre entrega al mundo su más grande tesoro. Es la epifanía de Jesús, María lo muestra y lo ofrece a los pastores y a los magos, a las primicias de Israel y de las naciones. Y continúa haciéndolo así ahora. 
En Guadalupe como en Lavang, en mi patria, María, que muestra a Jesús a los pobres, a los extranjeros, es la estrella de la evangelización y nos señala el camino de la Misión. 

3. Hagan lo que Él les diga

Con Jesús María está presente en todas las realidades de la vida: presente en Aim Karim para el nacimiento de un hijo, presente en Caná en una fiesta de bodas, comparte la alegría y la esperanza, se ocupa con delicadeza, gentileza y discreción de un pareja de jóvenes esposos que estaban en dificultad. Enseña a escuchar a Jesús ya confiar que él ayudará cuando llegue el momento. Comparte con los Apóstoles la espera del Espíritu Santo en el Cenáculo. 

Viviendo en medio de todos en lo cotidiano, María es el modelo de una Iglesia que sabe esperar y acoger la hora de Dios: el descenso del Espíritu Santo. 

4. Ecce filius... Et accepit eam discipulus in sua (he aquí a tu hijo… y la recibió el discípulo en su casa)

Junto a la Cruz, María en Juan acoge como sus hijos a todos los discípulos de Jesús y, más aún, a toda la humanidad, no sólo a los santos sino también a los pecadores. María en aquel momento acepta su papel de Madre de misericordia. Después, transcurre su vida con el Apóstol Juan, el predilecto, compartiendo su solicitud por el Reino. De ella Juan aprende cada vez de manera nueva cuanto ha aprendido del pecho de Jesús. Dios es amor y nosotros estamos llamados a ser solamente amor. 

Como Madre de misericordia, María anima a la Iglesia a hacerse cargo de toda la humanidad en sus necesidades fundamentales no solo mediante su buen ejemplo, sino también en lo social, económico y político. 

Fuente: materunitatis.org