Las lecciones del silencio de María

Padre Tomás Rodríguez Carbajo 

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Las lecciones de más amplitud y de mayor intensidad que nos da María a través de toda su vida es la del silencio.

1. Amplitud de la lección.

Abarca toda su vida, pocas cosas sabemos de Ella directamente.
¿Qué hizo? Una sana imaginación puede construir su vida, partiendo de las costumbres de aquellos tiempos, centrándose en Palestina, y ciñéndose a la vida de una “normal” mujer, aunque muy distinta de todas sus coetáneas.
Lo extraordinario de su vida directa o indirectamente nos lo cuentan los Evangelios, v.gr. la Anunciación, momento cumbre del cumplimiento de todas las esperanzas de Israel, la llegada del Mesías; la Visitación a su prima Isabel nos confirma el hecho real de la Encarnación, en el saludo mutuo de las dos madres, quienes reconocen y son portadoras de los primeros frutos de la Redención; en las dudas de José, María aparece con una plena confianza puesta en las manos de Dios, ya que Él la había escogido y Ella se había fiado del mensaje del ángel, entonces empieza una dura prueba ante la complicación que lleva consigo el silencio de María ante el misterio, se sigue fiando de Dios y El la sacará del apuro.
En cualquiera de los pasajes de la Infancia de Jesús, María aparece viviendo en silencio “los designios inescrutables de Dios” en Belén, en la huida a Egipto, en Nazaret. La encontramos en los momentos claves de la vida de Cristo y de la naciente Iglesia: En Caná, en el Calvario, en Pentecostés. 

2. Densidad de la lección del silencio.

Como en medio de los evangelios aparece roto el silencio de María por una sola vez para hacernos una única y gran recomendación: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2,5). La densidad de estas palabras abarca toda una tarea para el seguimiento de Cristo. A Ella también podemos aplicar aquellas palabras: “Primero comenzó a hacer y después a enseñar”.
¡Qué ganas tenemos los hombres de complicar la vida, cuando Dios ha querido hacerla más simple y sencilla. Son muchas las lecciones que nos ha dado la Virgen en las pocas citas que de Ella encontramos en el Nuevo Testamento; pero son más que suficientes para adelantar en la vida espiritual, si las llevamos a la práctica. 


3. La lección más repetida es la del silencio.

 Desde él nos enseña a escuchar la palabra de Dios.
 En él nos enseña a confiar en Dios.
 Con él nos enseña a conocer nuestra madurez en la dificultad.
Debemos de respetar el silencio de la información que sobre María nos han proporcionado los Evangelios y quedarnos con esa sabia lección, que es la mejor enseñanza que la misma María nos ha dado: Sus silencios. Lo poco, pero denso, que los evangelistas nos cuentan, se lo ha dicho Ella a aquellos más allegados y seguidores de las enseñanzas de Jesús, a los Apóstoles, a la Iglesia naciente; lo habrá contado, porque así se lo pedirían, pues, Ella no cambiaría su conducta, no contaba nada de lo suyo, cuando era muy distinto de todo lo nuestro no lo contaba por propia iniciativa v.gr. que era la Madre del Mesías, nuestra capacidad intelectual no es grande y por eso no ha querido Dios atiborrarnos con una serie infinita de enseñanzas, ha elegido una cátedra, la del silencio, en la que ha puesto a su Madre para que nosotros como buenos hijos aprendiéramos las sabias lecciones.
 María guardaba todas las palabras de Jesús, dándoles vueltas en su corazón (Lc. 2,51). También supo rumiar sus silencios, alimentando con ellos la propia vida. Como Ella no era la Palabra de Dios, fue todavía más silenciosa que El.
 En sus espacios de oración y silencios:
 María engendró toda sus riquezas.
 María engendró al Hijo.
 María engendró la vida para el mundo.
 La fecundidad de los silencios de María se mide con el metro del amor.
 El silencio de su vida no engendra en ella soledad, pues, Dios estaba continuamente con ella, y en lo profundo de su ser siempre lo encontraba.
 Algunas veces es un silencio doloroso, que botará en un gran júbilo:
 Ante los secretos de Dios mantiene un respeto reverencial.
 Pasó por el dolor que causaba a quien tiernamente amaba, a José. 
 Los silencios siempre están colocados en la órbita de la fe y por eso están llenos de esperanza, por eso ante quien no le comprende:
 No lo esquiva.
 No lo acusa.
 Permanece cerca, pidiéndole a Dios que el haga leer en el misterio.

4. Silencios que acompañan. 

 Muchas veces nuestra misión no es el hacer, sino el “estar”.
María estuvo junto a al cruz de Jesús, sin decir ni una palabra, ni de consuelo al Hijo, ni de reproche a quienes le crucificaban. Simplemente estaba.
 La mejor palabra es la que queda por decir, siempre que no sea por cobardía, sino porque no es oportuna.
¡Qué felicidad de vida silenciosa al de María!
La presencia silenciosa de María no falla:
Ella no habla,
Pero está.