María "Y la vida religiosa"

Padre Javier Leoz   


1. Como vosotras, dijo “sí”. No os lastime el tiempo transcurrido. Por el contrario, ved el bien sembrado y las promesas fielmente cumplidas.

2. Como vosotras, tuvo temor. Pero, al final, supo anteponer la seguridad, de que Dios acompaña, incluso en las horas amargas.

3. Como vosotras, estuvo alegre. Sabía que, a Dios, se le canta, se le conquista y se le honra con un corazón agradecido: ¡Magnificat!

4. Como vosotras, cuidó, ayudó y estuvo a la sombra en variadas circunstancias (positivas o negativas). Sabía que, su consagración por el reino, no siempre sería un camino de rosas ni horizontes claros.

5. Como vosotras, fue obediente. Descubrió que, no invariablemente, es feliz quien orienta sino aquel que más y mejor sirve.

6. Como vosotras, fue pobre. Su vida, sencilla y sin grandes sobresaltos, estuvo sostenida en lo imprescindible. Fue más grande, la riqueza de su corazón, que el insignificante bien material que le rodeaba.

7. Como vosotras, se puso en camino. Educó, para que Jesús madurase. Cuidó, para que José muriese en paz. Perseveró, con el fin de cumplir sin ceder un centímetro en su compromiso.

8. Como vosotras, meditó y reflexionó. La tradición, nos sitúa el final de su vida, en la contemplación y en la acción de gracias, en la serenidad y en la paz que le otorgaba el discípulo amado.
9. Como vosotras, sufrió por causa de Jesús. No siempre era asimilado, comprendido, acogido y entendido Aquel por el que todo lo había dado.

10. Como vosotras, arropó a Jesús. Ejerció de Madre en Belén, de protectora hacia Egipto, de comprensiva en las horas de desasosiego, de intercesora cuando faltó el vino y de maestra en el dolor, al pie de la cruz.

Y es que, en Mayo, la vida consagrada se convierte en un vergel de flores. En un jardín donde vuelve a nacer la ilusión de “aquel primer día”. 
Porque, en la vida consagrada, no se cuentan los años servidos sino la ilusión y la fuente de nuevos ofrecimientos, que sigue generando el corazón que, por cierto, para Dios nunca envejece. 
Y esto, es la flor que más agradece Dios y María.