Belén
Padre Antonio
Rivero, L.C.
(Lc
2,1-7)
Antes
vimos la primera fotografía de María: una mujer de fe.
Dado
que la consecuencia lógica de la fe es el amor, ahora haremos una segunda
fotografía...esta vez a su corazón. ¿Cómo era el amor de María para con
Jesús?
1)
Amor maternal
Fue María verdadera Madre del Hijo de Dios. Una madre no engendra
naturalezas sino personas. Por eso María engendró la verdadera persona
divina del Hijo. Así lo definió el concilio de Éfeso contra Nestorio que
decía que María era sólo madre de Cristo hombre, es decir de la
naturaleza humana. Quizá le faltó un poco de observación: una madre da a
luz una persona y no una naturaleza. Una naturaleza no se sostiene por sí
mismo y en sí misma.
¡Qué
diálogos de madre e hijo! “Madre, me siento orgulloso
de tenerte como Madre. gracias por darme tu latido humano, tu cariño
maternal. Gracias por tenerme junto a tu corazón, por alimentarme con tu
sangre, con tu fe, con tu amor.... Hijo, soy yo quien estoy muy agradecido
contigo. ¿Qué meritos he hecho yo? ¿Estaré a la altura de ser tu
madre?".
2)
Amor virginal lleno de ternura y afecto
Este
amor de María tiene el privilegio de ser, a la vez, maternal y virginal. La
virginidad confería una incomparable hermosura al amor de María a su Hijo.
Esta virginidad puso una nota de perpetua juventud en el amor maternal de
María.
El
corazón del virgen es un manantial siempre fresco, incontaminado, lleno de
ternura y de afecto sincero y limpio. El corazón del virgen no es un corazón
seco, frío, narcisista...sino todo lo contrario, está lleno de comprensión,
de cariño, de bondad, de dulzura.
La
virginidad hace sintonizar con Cristo, con sus deseos de amor, sus latidos
de amor. La virginidad es la expresión de un amor más puro y más pleno a
Dios. Es la orientación de todas nuestras potencias afectivas hacia Él,
aspiración suprema del corazón humano.
N.P.
"De este amor a Dios brota la bondad de pensamiento, la suavidad de
juicio, la delicadeza en las expresiones, la finura en la servicialidad y
cordialidad aun cuando se
encuentre con temperamentos insoportables, tratos rudos y secos,
asperezas". El amor virginal hace violencia a nuestro egoísmo, a
nuestra impaciencia, a nuestros disgustos...y los convierte en ríos de
mansedumbre y bondad. "Quiero, Señor, que la dulzura invada los
caminos de mi vida, dulzura de mi corazón para asemejarme al tuyo, altar de
dulzura...Dulzura de mis labios para que tu palabra llegue virgen,
transparente al alma de mis hermanos. Dulzura de mis pensamientos, como Job
en medio de su dolor".
3)
Amor puro sin ningún tipo de egoísmo ni posesión
De
ordinario el amor de una madre es posesivo. María, sin embargo, amó a su
hijo, se entregó a su hijo sin buscar de Él las compensaciones que toda
madre busca de ordinario. Se entregó a su Hijo sin esas imperfecciones
propias temperamentales en que una madre manifiesta su enojo o su
impaciencia o su demasiado celo posesivo. Era tal la armonía interior que
reinaba en el alma de María, que nunca Jesús se sintió contrariado ni
decepcionado por la conducta de su Madre.
Su
amor a Cristo fue puro y desinteresado porque María nunca se aprovechó del
puesto privilegiado de su Hijo, como quisieron hacer los discípulos que se
disputaban los mejores puestos junto a ese Rey. Ella sabía que su Hijo
estaba destinado a los hombres y no se lo guardó celosamente para Ella
sola. Sí, se desvivía por Él, pero desinteresadamente, consciente de que
si bien era su Hijo, no le pertenecía a Ella: sería el Salvador del
pueblo.
El
amor del cristiano tiene que ser amor puro, sin mezcla de egoísmo. "Porque
el que se ama, no ama. Porque el amor a sí mismo es exclusión. Y el amor
al prójimo es donación". "Amaré, Señor, a mi prójimo en la
humildad, porque la humildad es tu rostro".
"Haz, Señor, que ame a mi prójimo según tu corazón con un
amor puro, pero fuerte que no decline ante las flaquezas y cobardías, con
un amor sin envidias, que no intente robar a mis hermanos los dones que les
has concedido para que trabajasen por ti”.
4)
Amor teologal
La
gracia había elevado el amor maternal de María al nivel de la caridad
teologal, porque el término de su amor era directamente el mismo Dios: la
persona divina de su Hijo. Sin embargo, nosotros tenemos que amar a Dios a
través del prójimo, hasta el punto que el mismo Dios considera hecho a Él
lo que hemos hecho por el prójimo.
La
filantropía camina por nuestras calles; es ese amor horizontal. Pero el
amor teologal viene de arriba, de Dios.
Evidentemente,
Dios otorga la caridad a todos los hombres que le abren libremente su alma;
pero a María se la daba bajo la forma del amor maternal. Es decir, en María
su amor maternal se identificaba con la caridad teologal. Las demás madres
aman a Dios y a sus hijos con dos amores distintos; María con un único e
idéntico amor.
Cuando
decimos que las madres adoran a sus hijos, hay que fijar bien el límite de
esta adoración, puesto que en sentido propio tan sólo a Dios puede
dirigirse. ¡Es una hermosa metáfora! "Te adoro, mi solecito".
María, sin embargo, pudo adorar legítimamente y en el verdadero sentido de
la palabra a su Hijo, adorarle con una religiosa veneración.
5)
Amor generoso
Todo
lo dicho hasta ahora: que su amor no es egoísta, ni posesivo, ni
aprovechado...no quita que Ella le haya amado con un amor real, es decir, le
haya dado todo a su Hijo: todo su cariño, todo su afecto de madre, todas
sus caricias, el pensar sólo en Él, el amamantarle, el cambiarle los pañales..
Le
dio todo: su fe, su confianza, su amor, su cuerpo. La misma herencia física
de Jesús le venía de su Madre...Jesús tenía los rasgos físicos de María.
"Yo
sólo con amor puedo, Señor, pagarte. Pero darte porque me das, no me
basta. Porque otros me dieran, yo también les daría. ¡Y tú no eres...uno
más, Señor! ¡Porque tú eres...tú! Y te amara aunque nada me dieses. Y
te amara aunque todo me negases”.
6)
Amor vigilante
Vigilaba
las 24 horas del día, como hace toda madre los primeros meses de su hijo.
Una madre vigila, no duerme; sabe cuándo necesita el niño el alimento, cuándo
hay que cambiarle de pañales, cuándo llora porque al niñito le duele la
barriguita...
Vigila
para que su hijo no coja un mal aire.
María
también tuvo que vigilar, pues su Hijo no estaba vacunado de antemano con
vacuna antigripal. Había muchos Herodes sueltos que intentaban matarle.
Hay
que cuidar a ese Cristo que viene a nuestras almas todos los días en la
comunión, defenderlo a capa y espada para que nadie nos lo robe ni nos lo
mate.
7)
Amor expansivo
No
se quedó con su Hijo solo en Belén. A quienes fueron a la gruta les hizo
partícipes de su Hijo. A los pastores, a los reyes.
"El
amor a Dios incluye el amor constante, desinteresado y heroico a los demás".
"Muchos
aún no te conocen, viven hundidos en las tinieblas, sin fe y sin
amor".
|