La Santísima Virgen

Los silencios de María

Padre Antonio Rivero, L.C.


1. El silencio de la Encarnación: es el silencio elocuente de la disponibilidad total a la voluntad de Dios de parte de María. Disponibilidad como entrega total en las manos de Dios. Ella ofrece su corazón y su seno, que a decir de San Luis María Grignon de Montfort, es como un Paraíso terrenal, para que el Hijo de Dios bajara a esta tierra. En ese Paraíso, el seno de María, todo es inocencia, candor, limpieza; no había lugar para el tentador, como sucedió en el primer paraíso donde habitaron Adán y Eva. Aquí cabe preguntarnos: ¿qué grado de disponibilidad tengo yo hacia la voluntad de Dios manifestada en...?

2. El silencio del Nacimiento de su Hijo: es el silencio elocuente de la pobreza de parte de Dios que nace sin lujos, y de la pobreza de María que no tenía otra cosa que ofrecer a su Hijo sino la riqueza de su fe y su seno virginal. La pobreza nunca es obstáculo para que Dios visite a un alma; al contrario, la verdadera pobreza es siempre condición para que Dios venga y enriquezca a esa alma. ¿Soy pobre de corazón, es decir, vivo desprendido de las cosas materiales?

3. El silencio de Nazaret: es el silencio elocuente del escondimiento, de la humildad profunda tanto de Dios, que se esconde y se hace nada, un anónimo, un desconocido; como de María, la mujer más importante del mundo, que no hace alarde de su privilegio, que no exige derechos de autor, ni puestos de honor en la sinagoga de Nazaret, ni el merdadillo, ni en la fuente; Ella, una más. También Nazaret es el silencio elocuente de la fe de María, que sigue creyendo en las promesas de Dios sobre su Hijo y sobre Ella, aunque nada vea por el momento. ¿Cómo va mi humildad? La humildad siempre ha sido la llave para abrir el Corazón de Dios.

4. El silencio de la vida pública: es el silencio elocuente del desprendimiento total, incluso de lo que más quería, su Hijo. La Causa del Evangelio es más importante que su legítimo derecho a estar con su Hijo y disfrutar de Él. Este desprendimiento cuesta mucho.

5. El silencio de la Cruz: es el silencio elocuente de la capacidad de sufrimiento de esta Madre, que sabe unir su dolor a la cruz de su Hijo por la salvación de los hombres, sus hijos espirituales. 

El silencio de María no es un silencio estéril, de resentimiento. Es un silencio que es a la vez apertura a Dios y a los hombres; silencio que es acogida de la Palabra de Dios; silencio de lo humano que hay en nosotros, como condición para poder entender la palabra y el mensaje de Dios que habla a través de todos los acontecimientos de nuestra vida.

Pidamos a María nos conceda este silencio fecundo, este silencio elocuente, este silencio enriquecedor a fin de poder escuchar a Dios que nos habla.