La verdadera devoción a la Virgen María

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1. Procede la fe auténtica, es decir, de una fe cimentada en lo que Dios mismo nos ha revelado y nos enseña la Iglesia. De una fe que se alimenta de la oración y la recepción continua de los sacramentos y crecen en el ejercicio de la caridad.
2. Nos induce a reconocer la excelencia de Dios. Contrariamente a las ideas protestantes y de sectas en las que la virgen María es «despreciada», pues niegan su pureza, su inmaculada Concepción... niegan que sea «llena de gracia», título que le otorgó el mismo Dios en el saludo del ángel Gabriel. En definitiva, niegan su papel decisivo en la salvación de la humanidad, demoliendo así la fe que Dios nos ha revelado. 
3. Nos impulsa a un amor filial hacia nuestra Santa Madre. Jesús ha querido dejarnos a María como a nuestra Madre. Hemos de corresponder al gran amor que ella nos tiene cumpliendo los mandamientos de amar a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
4. Nos impulsa a la imitación de sus virtudes. A imitarla como a nuestro modelo, puesto que ella es «el modelo de perfección cristiana, el espejo de las virtudes sinceras, la maravilla de la auténtica humanidad (Pablo VI)». (R.A.).