Peregrina en la fe 

P. Antonio Izquierdo, L.C. y Florian Rodero, L.C.

Les invito a contemplar muy de cerca el maravilloso ejemplo de fe que nos ofrece nuestra Madre del cielo. También ella tuvo que agarrarse a la fe para aceptar al anuncio del ángel; también ella tuvo que aferrarse a la fe para entender la misión de su Hijo; también ella tuvo que acogerse a la fe para vivir aquellos largos años de soledad en Nazaret, en los que parecía que la promesa no se cumplía; también ella tuvo que abrazar la fe cuando en el Calvario todo parecía acabado; también tuvo que despertar la fe para reunir a los apóstoles dispersos y esperar con ellos la venida del Espíritu.


M e d i t a c i ó n

Aunque la fe es en sí misma luz, sin embargo no está exenta de dificultades y de pruebas. María también tuvo que pasar por las pruebas de la fe ante los misterios insondables e irrepetibles de su Hijo, y ante los inescrutables designios de Dios para su existencia terrena, tanto antes como después de la Pascua.

1. La fe es luz. “Dichosa tú porque has creído” (Lc 1,45). “La fe es fundamento y principio de las gracias divinas”, decía el Papa León XIII. En María se cumplieron las promesas que desde la creación del hombre hasta la venida de Jesucristo el Padre había prometido a la humanidad. La fe había sido la luz que alumbró el camino del pueblo de Israel hasta el momento en que nació en Belén el definitivo libertador. Por la fe Abrahán abandonó su patria y su tierra; en la fe Moisés inició el largo y doloroso camino hacia la tierra prometida y en la fe comunicaron los profetas el designio salvador del Señor, aunque tantas veces el pueblo no creyera a sus palabras. Más maravillosa es la fe de María en cuanto que lo que se le estaba proponiendo eras cosas imprevisibles, sorprendentes, jamás oídas y humanamente inimaginables. María nos enseña que todo es posible para el que cree. Sin duda, que en los primeras catequesis cristianas, cuando a los fieles cristianos se les explicaban las palabras de Cristo: “Nada hay imposible para el que cree” (Mc 9,23), María podía confirmarlas por propia experiencia.

2. No fue fácil, María. La fe es una aventura. “Sal de tu tierra”... A veces se nos oscurece la estrella de la vida y caminamos sin rumbo, un poco perdidos en alta mar. Miramos enderredor y sólo vemos agua y cielo. Necesitamos de la tierra firme. Necesitamos de seguridad, de algo tangible, de certezas. En la vida tenemos días de tempestad y de bonanza. No todo es siempre claro en nuestras vidas, como no todo fue claro en la vida de María. Por este motivo meditaba todas las cosas que sucedían en su corazón y a la luz de Dios iba descubriendo el misterio. Ese misterio que sólo se le iluminó en la Resurrección. Pero, ¡cuánto tendría que tribular a lo largo de su vida! No. No fue todo claro para María. El Papa Juan Pablo II habla de la peregrinación de María en la fe. Peregrinar es un caminar a través de muchas fatigas, esfuerzos, dificultades, dolor y al mismo tiempo esperanzas y gozos. María aceptó todo esto y se plegó a la voluntad de Dios. “Dichosa tú porque has creído!” Nuestra fe es frágil, débil, tal vez un poco vaporosa. Por eso, nuestra oración constante debe ser la súplica de los apóstoles: “Señor, auméntanos la fe”.

3. Fruto: Suplicar a María que nos conceda la gracia de descubrir la mano de Dios en todos los acontecimientos de nuestra vida.


L e c t u r a

¡Cuanto más fue moderada la respuesta de María que no las palabras del sacerdote Zacarías! María dice: “¿Cómo sucederá esto?” Zacarías: “¿Cómo puedo conocer esto?" (Lc 1,18). María pondera la propuesta, Zacarías duda del anuncio. Éste, al negar que puede conocer, niega también que pueda creer y por eso busca una garantía para su fe; María, sin embargo, manifiesta que está lista para obedecer y no duda que se verificará lo que debe realizarse.

Pregunta simplemente el modo cómo se realizará: “¿Cómo sucederá esto porque no conozco varón?” De un parto tan increíble e inaudito tenía que ser claramente explicado el modo, antes de ser creído. Que dé a luz una virgen, es el signo de un misterio divino, no humano.

Por otra parte está escrito: "Acepta el signo: he aquí que la virgen concebirá y dará a luz" (Cfr Is 7,14). María había leído estas palabras y por ello creyó que se realizaría; sin embargo, no había leído el modo cómo se realizaría, porque esto no se había revelado a nadie, ni siquiera a un profeta tan notable como Isaías. Tan gran misterio no podía ser anunciado por boca de un hombre, sino de un ángel. En este día se anuncian por primera vez las palabras: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti” (Lc 1,35), y apenas fueron pronunciadas, fueron creídas.
(Ambrosio de Milán, siglo IV, comentario al Evangelio de S.Lucas).


O r a c i ó n

Santa Madre de Dios,
tú que has concebido al Verbo,
y le has dado tu consentimiento por tu fe,
acoge las promesas de este tu pueblo que te suplica
y las peticiones de cada uno
para que, recibiendo en tu seno maternal
a todos los que peregrinan por esta tierra
y están necesitados de ayuda,
puedas presentarlos salvos ante tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor.
(Del oraciónal visigodo, siglo VII).

Fuente: Regnum Christi