María
Santísima, mañana es la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús,
quisiera prepararme bien para ella… pero… ¿Cómo prepararme
para aquello que aún no comprendo bien?. Sí, asistiré a misa,
dejaré mis peticiones y agradecimientos en el Corazón de tu Hijo.
¿Puedes ayudarme a comprender lo que realmente significa amar el
Corazón de Jesús?.
Puedo sentir que
me miras desde tu imagen, puedo y quiero leer en tus ojos la
respuesta….
- ¿Por qué
no se lo preguntas a Jesús mismo?... vamos, atrévete… Él está
muy ansioso por hacerte comprender.
- Señora mía...
es que… no me atrevo, soy tan pecadora, tengo tanto de que
arrepentirme.
- Vengan a mí todos los que estén
cansados, que yo los aliviaré…
Y
las palabras de tu Hijo resuenan en mi corazón.
- ¿Has
comprendido, hija mía? Jesús te espera desde siempre, no debes
rendir examen para acercarte a Él, solo ámale, camina hacia Él
con toda tu carga y deposítala a sus pies. Él hará el resto.
Siento que
somos tres conversando, que Jesús me vuele a repetir…
- “...Aprende de mí, que soy
paciente y humilde de corazón...” (Mt.
11,29).
- ¿Ves hija, cómo
te va mostrando el camino? Amar el Corazón de Cristo es tratar de
imitarle, en todo, en cada momento, tratar de comprender, dentro de
lo que puedas, cuánto, cuánto, cuánto te ama.
- Señora…imitarle…
sí, pero es que, no sé como se hace eso en mi día a día…
-
Pues… paso a paso, en
cada decisión que tomes piensa: “¿Le será agradable a Jesús?”.
Cuando hables con las personas piensa: “¿Si fuese Jesús quien
está escondido tras ese rostro?”. Sobre todo cuando te enojes con
alguien o cuando tu orgullo herido reclame a gritos una reparación,
piensa: “¿Jesús verá con buenos ojos mi reacción?” Si ya
hablaste por tu vanidad herida, medita: “¿Me
alcanzarán estos argumentos ante Cristo?”. Hija querida, no hacen
falta, para imitar a Cristo, grandes y titánicas obras. No
pretendas abrir tú sola las aguas del mar… no, pequeña, sólo
trata de actuar en cada momento como Él espera que lo hagas. No por
presión, no como un amo severo que se la pasa controlándote para ,
al menor descuido, volcar su ira sobre ti. Nada más lejos de eso.
Míralo como un compañero de viaje que te indica la ruta más
segura. Como un maestro que te enseña el camino. Como un padre que
no quiere que te lastimes. Cada
palabra, cada consejo, nacido del profundo amor de su Sagrado Corazón,
es para que tú no te pierdas.
-
Voy entendiendo…poco a poco, voy entendiendo.
- ¿Recuerdas cuando
un leproso se le acercó?, suplicándole de rodillas: “Si
quieres puedes curarme… a Él se le conmovió el Corazón” (Mc.
1,41). Así pasa contigo. Pero analiza bien este hecho, el leproso
“se le acercó” o sea, caminó hacia Jesús, recorrió la
distancia que lo separaba de Él, con todo lo que significaba esa
decisión. Luego le dijo “si quieres…puedes...” o sea,
reconoció que Cristo podía hacer lo que Él le pedía, mas nada le
exigía, sólo aceptaba su voluntad. Es entonces cuando a Jesús
“se le conmovió el Corazón”. ¿Comprendes, hija?. Conmover el
corazón de Cristo no es difícil sólo debes: acercarte a Él,
pedirle, confiar y por
último, aceptar su voluntad.
- Señora mía, me
hablas con tu corazón, le hablas al mío. ¿Quién soy yo para que
te dignes explicarme tanto?.
- Eres mi hija ¿Lo
has olvidado? Una y mil veces te hablaría hasta que encontraras el
camino y la paz.
- “Si alguno tiene
sed, venga a mí y beba, si cree en mí. Pues como dice la
Escritura: brotarán de su Corazón ríos de agua viva” (Jn.
7,37-39).
-
¿Escucha tu alma las promesas de mi Hijo?.
Claro que mi alma
las escucha. Poco a poco voy comprendiendo que no existe mejor lugar
para el alma, que el Corazón de Cristo. Es un sitio lleno de amor,
de paz, de profunda serenidad, tiene la calma de todos los
atardeceres, el perfume de todas las flores, el canto de todos los pájaros,
y el amor más grande, más profundo, más exquisito que hubiera
existido jamás.
- Los apóstoles ya
habían descubierto el inmenso tesoro del Corazón del Mesías. San
Agustín lo notó, por eso dijo: “San Juan, en la Cena, se reclinó
en el pecho del Señor para significar así que bebía de su Corazón
los más profundos secretos...” Para que entiendas más aún, te
contaré lo que es para mí ese Corazón amado… cuyos primeros
latidos imaginaba al colocar mi mano temblorosa sobre mi vientre, en
aquellos días de Nazaret…, después, en Belén, cuando José puso
su pequeño cuerpecito entre mis brazos, sentí ese suave y
acompasado latido. A medida que iba creciendo, fui aprendiendo el
lenguaje de ese corazón, en cada palabra, en cada gesto, en cada
mirada, ERA Y ES un
corazón rebosante de amor y misericordia… El día que lo
comprendas desde el fondo de tu alma, ya nunca estarás sola.
Me besas la frente y
te vas. Lentamente, te
mezclas entre la gente… tus palabras quedan en mi alma…
esperando…esperando…esperando… sigo orando para que yo sepa
ver, poco a poco, cuán bello es el sitio que me tienes reservado en
tu SAGRADO CORAZÓN.
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