En
la instrucción de la beatificación de San Francisco de Sales,
declaró como testigo una de las religiosas que le conoció en el
primer monasterio de la Visitación de Annecy. Refirió que en una
ocasión llevaron ante el obispo de Ginebra (Monseñor Carlos
Augusto de Sales, sobrino y sucesor de San Francisco en la sede
episcopal) a un hombre joven que, desde hacía cinco años, estaba
poseído por el demonio, con el fin de practicarle un exorcismo. Los
interrogatorios al poseso se hicieron junto a los restos mortales de
San Francisco. Durante una de las sesiones, el demonio exclamó
lleno de furia: "¿Por qué he de salir?". Estaba presente
una religiosa de las Madres de la Visitación, que al oírle,
asustada quizá por el furor demoníaco de la exclamación, invocó
a la Virgen: "¡Santa Madre de Dios, rogad por
nosotros...". Al oír esas palabras -prosiguió la monja en su
declaración- el demonio gritó más fuerte: "¡María, María!
¡Para mí no hay María! ¡No pronunciéis ese nombre, que me hace
estremecer! ¡Si hubiera una María para mí, como la que hay para
vosotros, yo no sería lo que soy! Pero para mí no hay María".
Sobrecogidos por la escena, algunos de los que estaban presentes
rompieron a llorar. El demonio continuó: "¡Si yo tuviese un
instante de los muchos que vosotros perdéis…! ¡Un solo instante
y una María, y yo no sería un demonio!".
(Tomado
de Federico Suárez, "La pasión de Nuestro Señor
Jesucristo", pág. 219-221).
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