María al pie de la Cruz

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I
Cristiano, contempla desde lo más profundo de tu corazón el panorama del Calvario.

Mira a Jesús Nazareno, aquél que nos ha amado y nos ama hasta el extremo, el que siendo el ofendido ha venido a salvar al ofensor. Atado con clavos en una cruz no puede ni quiere huir, porque quiere salvarte obedeciendo hasta la muerte en cruz. El que sabiendo que eres tú el que ha huido, que eres tú el que ha tomado la iniciativa en el pecado y sin embargo tanto es su amor que toma la iniciativa de morir por ti. Es el mismo Jesús que te ha colmado de bienes como a la multitud en el desierto alimentándolos y luego colmándolos de milagros. Tú has sido infiel pero El ha permanecido fiel porque no puede negarse a si mismo. El amor de Dios es eterno.

Mira a María, madre de las madres, que está al pie de la Cruz, que no huye ni se defiende. Mansa cordera deja que maten al Cordero de Dios nacido de sus entrañas como víctima que quita el pecado del mundo. Nadie la puede apartar del pie de la cruz, quiere ser Corredentora con su Hijo. La insultan, la desprecian y quien sabe si incluso la maltratan, pero ella no se mueve. Está ahí hasta que su Hijo haya dado el último suspiro, hasta que todo esté consumado y con ello asegurada nuestra salvación.

II
Allí se inicia su soledad de tres días. Jesús ha entregado su espíritu después de haber sido confortado únicamente por la presencia de su madre, de las piadosas mujeres y de Juan. Los únicos fieles, todos los demás han huido. El Calvario es únicamente para los que permanecen fieles. María es la fidelísima.

Para ella se inician las largas horas de la espera. Grabado en sus ojos tiene el rostro desangrado de Jesús, aquél que pusieron en sus brazos los que descendieron a Jesús de la Cruz. La figura de la Dolorosa se yergue ante las multitudes de las naciones con el dulce reproche de María: ¿Qué habéis hecho con mi Hijo? Pero he aquí el Cordero de Dios que quita todos vuestros pecados. Hijos míos, venid a mi, acompañadme en mi soledad y oremos agradecidos porque El nos ha salvado.

El Redentor ha muerto, pero la Corredentora vive con nosotros y nos acoge en su soledad en dulce espera de la Resurrección. Ella es quizá la única que cree firmemente que su Hijo resucitará para que todos podamos resucitar a la vida nueva en la Pascuas. No abandonemos a María en su soledad, porque así seremos los primeros en ver al Resucitado, porque es cierto que su primera visita, después de haber descendido a los infiernos, será para su Madre Santísima y amadísima.

Permanezcamos Junto a María, la creyente, la única que no perdió su fe en su Hijo, la que no dudó nunca. Así nuestra fe participará de su fe y nuestra firmeza estará construida sobre la roca de la fe de María.

Fuente: Parroquia Virgen de la Paloma y de San Pedro el Real , España