María en el Tiempo de Pascual

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* Pascua: Cristo vivo y resucitado, ¡ése es el núcleo de nuestra fe! La Iglesia celebra este misterio central en un día de cincuenta días, en un gran domingo, que es el tiempo pascual. Así tenemos la oportunidad de asomarnos a los múltiples matices de este misterio de victoria de la vida sobre la muerte. 

* María: es colmada de alegría en la resurrección del Hijo. Alegría es la expresión de la pascua. El Sol, nacido de lo alto, y ensombrecido por unos días, ha vuelto a aparecer, ha vencido las tinieblas. La noche, iluminada en el nacimiento de Cristo, vuelve a estallar en rayos de luz ante la resurrección del Rey de los Judíos.

* María: que había concebido al Hijo creyendo, y creyendo esperó su resurrección, es el modelo de la fe con que los discípulos confiesan a Cristo ‘el nacido de una virgen’.

* María: se presenta como luz para los que creen. La que engendró a Cristo, luz del mundo, hoy es modelo de un nuevo engendrar creyentes, de abrir los ojos a los que están ciegos. 

* María: el NT nos presenta a María reunida en oración con los discípulos y en espera el envío del Espíritu. Así, María reúne a los íntimos para la oración y para la recepción de los dones del Espíritu. Ella misma es-está llena del Espíritu. El Espíritu la cubrió y en sus entrañas se aposentó el Hijo de Dios. 

* María: es modelo de oración y de vigilancia. En oración y en vigilancia aguardamos la venida del Señor y la propagación de la palabra de Dios a todos los pueblos.

* Pascua: es la única dirección del cristiano. Desde que las aguas del bautismo cayeron sobre nosotros, los creyentes, estamos encaminados en ‘dirección pascual’: asociados continuaremos al paso de la muerte a una vida nueva, renunciando al pecado (Rm. 6, 4)

2. SUGERENCIAS PARA LAS CELEBRACIONES.

El tiempo pascual, o cincuentena pascual, comprende el tiempo que media entre el domingo de resurrección y el domingo de pentecostés. ‘Se han de celebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo’ (Normas del calendario litúrgico, N. 22)

Este es el espíritu de la liturgia y también lo tiene que ser de toda otra celebración en el tiempo santo y glorioso de la pascual. 

Lo central de la pascua es la resurrección del Señor Jesús. 

Las celebraciones marianas tienen que estar enfocadas desde la perspectiva del triunfo de Cristo sobre la muerte. La iglesia celebra en este tiempo su propio ser. Desde la experiencia pascual, la Iglesia, llena de gozo y energía, sale al mundo y proclama el acontecimiento pascual con fuerza. 

La pascua sacó a los primeros cristianos de su miedo y de su cobardía. La resurrección es estallido de vida y apertura de horizontes. 

María tiene que ver mucho en estos inicios de la Iglesia. No podemos quedarnos en una presentación de María como apéndice marginal del cristianismo o como yuxtaposición al acontecimiento pascual. La Iglesia que celebra la pascua descubre allí, junto a Cristo Vivo, a la Madre. 

La Virgen María, modelo de la vida pascual. 

El calendario y la tradición popular suelen unir la celebración del misterio pascual y el recuerdo de la Virgen. Tal vez sea una cosa providencial: María es siempre el mejor modelo de cristianismo vivido. 

Ella, asociada al misterio pascual de Cristo, recibió ya el privilegio de cumplirlo en sí misma, en cuerpo y en alma. ‘Para que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte’ (LG 59).

Tono festivo de la celebración.

Las celebraciones pascuales tiene que tener otro tono: el tono festivo. Muchos detalles contribuyen a dar tono a la celebración: la luz, el canto, las flores, los textos escogidos para la proclamación de la Palabra, los hechos celebrados y recordados, la apertura a la vida y a un futuro contra toda esperanza. 

Los responsables de la celebración necesitan tener en cuenta estos matices para que la asamblea asista a una celebración pascual. 

Fuente:  educadormarista.com