Un viejo amigo de Don Bosco, el Comendador Cotta, senador, se moría lentamente, a la edad de ochenta y tres años, en Turín.
¡"Ah!" Se terminó bien, Padre, le decía a don Bosco, que vino a visitarlo. Dentro de pocos minutos me marcho a la eternidad. - No, no, responde el hombre de fe. La Santa Virgen necesita aún de usted este mundo para la construcción de su iglesia. ¡- Yo les ayudaría de buen grado! Pero, no hay una pizca de esperanza. ¿- Y qué harían si Marie Auxiliadora le devolviera la salud? - Seis meses sin interrupción aportaría dos mil francos a su proyecto. - Entonces, vuelvo con nuestros niños, los pondré en oración y conseguiremos esa gracia. Tenga confianza!"
Tres días después, don Bosco mientras escribía una carta, vio aparecer ante el umbral de la puerta su moribundo curado, despierto, y muy feliz de aportar él mismo el primero de los seis pagos a cuenta prometidos. Vivió aún tres años, y no dejó hasta su muerte de ayudar en su empresa al siervo de Dios.
A.Auffray, El Bienaventurado don Bosco
en Recopilación mariana 1981 del Hermano Albert Pfleger, marista
Fuente:
mariedenazareth.org