María ante los pobres

 

Padre José Cristo Rey García Paredes, cmf

 

Lo dejó escrito hace siglos en síntesis maravillosa el gran teólogo y devoto de la Virgen, San Ildefonso de Toledo: "Se atribuye al Señor el homenaje que se rinde a su sierva; redunda en favor del Hijo lo que se hace por la Madre y recae igualmente sobre el Rey, el honor tributado a la Reina."
De otra Mª Grignión de Monfort:
"Cuanto más miréis y copiéis a María, más perfemanera y más cercano en tiempo lo dice San Luis ctamente encontrareis a Jesús, que está siempre con María y en María."

María seduce al pueblo

Si hacemos un recorrido histórico de los caminos evangelizadores, no tardaremos en caer en la cuenta de que la presencia de María se hace activa, como en Caná, para que "los discípulos crean en Él".
Y es que espontáneamente emerge una relación vital hijo-madre, que hace referencia a una persona maternal y con un rostro concreto -la advocación preferida- y en un hogar-Santuario donde la madre recibe y acoge a sus hijos.
América Latina es paradigma de este hecho. Los obispos reunidos en Puebla declaran con todo convencimiento que "el evangelio encarnado en nuestros pueblos los congrega en una originalidad histórica cultural que llamamos América Latina... Esa identidad se simboliza muy luminosamente en el rostro mestizo de María de Guadalupe que se yergue al inicio de la Evangelización."
Por eso Juan Pablo II reconoce que "María y sus misterios pertenecen a la identidad propia de estos pueblos y caracterizan su piedad popular."
A este hontanar de agua límpida y fresca acuden cuando se sienten convocados, con todo el mundo, a una Nueva Evangelización.
En el caso concreto de América Latina la Nueva Evangelización se define como compromiso de una evangelización liberadora, cuya condición de posibilidad la sitúa en la opción preferencial por los pobres.
En los pobres, reconoce el documento de Puebla, se enraíza y florece preferentemente la denominada religión del pueblo o catolicismo popular.
Desde estos dos hechos -la trascendencia de María en las culturas mestizas y el nuevo momento de evangelización con los pobres y desde los pobres-, los Obispos se vuelven confiados a la Virgen Madre y afirman sin dudar "ésta es la hora de María, tiempo de un nuevo Pentecostés que Ella preside con su oración, cuando, bajo el influjo del Espíritu Santo, inicia la Iglesia un nuevo tramo en su peregrinar."

De María conquistadora a María liberadora

Rubén Vargas Ugarte en su "Historia del culto de María en Iberoamérica" afirma con rotundidad: "aunque es forzoso reconocer que muchos de los conquistadores españoles no estuvieron exentos de graves defectos, es incontestable que casi todos eran de arraigada fe y además fervientes devotos de la Virgen María"
Los testimonios son múltiples y sólo vamos a citar la muy conocida de Cristóbal Colón que llevaba impresas en su estandarte las imágenes de Jesús y María, bautizó la segunda isla descubierta con el nombre de Concepción y en Santo Domingo construyó la primera Iglesia levantada en América y la dedicó a Jesucristo y su Madre Santísima.
Lo curioso, pero al mismo tiempo lógico, es que la devoción que vivían los conquistadores, enmarcada en la religiosidad popular hispana, desde cualquier advocación va tornándose y configurándose como la Virgen Conquistadora.
Así la Virgen de la Merced, que llevaba el mercedario Fray Bartolomé de Olmedo, ya en los primeros años de la conquista de la hoy Guatemala, verá pronto invocada como la Virgen conquistadora. Lo mismo ocurre con la Inmaculada que San Roque González, llevaba en sus correrías entre los indios guaraníes, que queda denominada y declarada "La Conquistadora".
He dicho que era una metamorfosis lógica porque los españoles, pretendían hacer al mismo tiempo de los indígenas buenos cristianos y fieles súbditos de su Majestad Católica. Y esa finalidad les hacía estar seguros de la protección del cielo.
La afirmación de Bernal Díaz del Castillo, en su "Historia de los sucesos de la conquistada de la Nueva España", podemos asegurar que la sentían y vivían todos los embarcados en la alucinante aventura del descubrimiento y conquista de las nuevas tierras. Dice así nuestro historiador castellano:
"Y ciertamente todos los soldados que pasamos con Cortés tenemos muy creído, e así es verdad, que la misericordia divina y Nuestra Señora la Virgen María siempre era con nosotros: por lo cual le doy muchas gracias."

La teología de la época explica esta actitud

Cada conquista necesita para su legitimación externa e interna, un título con apariencias de justicia y de racionalidad. Por eso la conquista de América busca su apoyo en la ideología dominante de la época: "El orbe cristiano".
Este orbe cristiano representaba el orden querido por Dios para esta tierra. Fuera de este orden reinaba la perversidad. Papas y reyes debían difundir ese orden por todos los medios. Y ésta era la razón por la cual los misioneros no cuestionaban -en su gran mayoría - la legitimidad de la conquista.
Sin embargo esta manera de pensar no le impedía ver y reaccionar con valentía contra los abusos de los conquistadores. Así lo reconoce el Documento de Puebla del actual episcopado latino americano:
"Es preciso proseguir el camino abierto por los intrépidos luchadores por la justicia, evangelizadores de la paz... que defendieron a los indios delante de los conquistadores y encomenderos, incluso hasta la muerte."

Una moneda de dos caras

Pero si damos la vuelta a la moneda, el resultado glorioso para los conquistadores, produce una situación para los conquistados, totalmente ajena a la misericordia y al amor maternal de María: situación de opresión y esclavitud.
Ante esta realidad, como ya he escrito, algunos misioneros reaccionaron con valentía profética.
Cayó como una bomba el sermón de fray Antonio de Montesinos, el cuarto domingo de adviento, que sin retóricas, bien claro y directo declaró el pecado mortal que caía sobre la conciencia de muchos conquistadores:
"¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis a estos indios en tan cruel y horrible servidumbre? ¿Con qué autoridad hicisteis tan detestables guerras a estas gentes que estaban mansa y pacíficamente en sus tierras? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¡Todos estáis en pecado mortal!..."
El gesto profético de Montesinos suscitó toda una serie de adhesiones entre ellas, la más conocida de Fray Bartolomé de las Casas.

María opta por los oprimidos

Podemos afirmar que la Virgen María que llegaba en las carabelas españolas con el título de "Conquistadora" se deshizo pronto de ese título ambiguo y salió al encuentro de los hijos que sufrían y eran oprimidos. Elige a un indio sencillo y humilde, recién convertido y lo sorprende en la colina del Tepeyac. Le habla en su lengua náhuatl y aún con vestidura radiante como el sol, su rostro es mestizo. Recibe un encargo el indio Juan Diego:
"Sabe y ten entendido... tú el más pequeño de mis hijos, que soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios... Deseo vivamente que se me erija un templo, donde lo mostraré y lo ensalzaré y al ponerlo de manifiesto lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada de compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra madre piadosa... oír allí sus lamentos, remediar todas sus penas y dolores..."
Pero el Obispo Fray Juan de Zumárraga no cree la historia, y el pobre Juan Diego cree que no soy importante:
"Niña, mía... no me creyó; quizá piensa que es invención mía... te ruego Señora y Niña mía que confíes el encargo a una persona importante... porque yo soy un hombre del campo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy hoja... y tú Niña mía me envíes a un lugar por donde no ando..."
Pero la señora responde:
"...es necesario que seas tú el elegido para ayudarme."
A los diez años de la Conquista la Virgen aparece al lado de los oprimidos y quiere ser su madre y consuelo.
Lo que para los españoles era una aparición, para el pueblo mexicano era el renacer de una nueva evangelización.

La Virgen no se deja encasillar

Quizá podríamos sacar esta conclusión. Es un derecho de los corazones filiales que veneran con amor a la Virgen Madre, querer tenerla a su lado siempre.
Pero Ella suavemente va corrigiendo las actitudes. En la historia de la Mariología popular latinoamericana se pueden percibir etapas diferentes:
1º La conquistadora que llega con las carabelas españolas.
2º La "madre de los oprimidos" que providencialmente se inaugura en Guadalupe, que se impone, sobre todo, en el mundo amerindio. A partir del acontecimiento de Guadalupe se abre una constelación de fenómenos similares, aunque a veces muy diferentes en sus formas de presentarse como en el caso de la Virgen de Caacupé y la Virgen de Copacabana.
3º La nueva situación o mejor la nueva comprensión de la situación que se expresa por el binomio o presión-liberación, abre un nuevo horizonte a María Liberadora, no sólo de estructuras opresoras, sino al mismo tiempo de las deficiencias de la cultura popular, y así propiciar desde la fe un proceso de conversión total.

Sugerencias

No estaría mal un examen de mi devoción a la Virgen María para purificarla de extrañas actitudes que ensombrecen, o pueden ensombrecer, todo lo que la Virgen, mi Madre, quiere para mí.
Y sobre todo, como el humilde Juan Diego, sintámonos hoja, gente menuda para oír las palabras consoladoras de María:

"Escucha y ten entendido, hijo mío, el más pequeño, no se turbe tu rostro ni tu corazón... ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra?... ¿No estás por ventura en mi regazo, en el hueco de mi manto? ¿Qué más has menester?

Fuente: ciudadredonda.org