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Maria ha elegido la mejor parte
Padre Luciano Alimandi
Os invito a pararos conmigo, con los ojos del corazón, frente al episodio,
muy conocido, del Evangelio de Lucas, de Jesús a Betania en la casa de su
amigo Lázaro; aquí se entretiene con las dos hermanas Marta y Maria.
Marta, nos dice siempre san Lucas, ocupada en las faenas domésticas, regaña
a Maria que, por el contrario, realmente podemos decirlo, estaba
completamente atenta a Jesús. El Señor, con mucha ternura, en defensa de
Maria, dice: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas, pero
una sola es necesidad. Maria ha escogido la mejor parte, que no le será
arrebatada" (Lc 10, 41-42). Aunque este pasaje del Evangelio no viene
normalmente asociado a los pasajes que se refieren a la Virgen Maria, viene
sin embargo de forma espontánea pensar precisamente en la Madre de Jesús. No
sólo porque la hermana de Marta lleva el mismo nombre de la Virgen, sino
porque esta disposición del corazón, completamente dirigido a la escucha del
Señor y absorbido por Su Voluntad, es una típica característica mariana.
Esta disposición del alma, que pone la Voluntad de Dios por encima de todo
el resto y que es descrita con claridad de forma fiel en el episodio
indicado por el evangelista Lucas, ha hecho correr, a lo largo de los
siglos, ríos de tinta especialmente sobre la relación entre la vida activa y
la vida contemplativa dando la primacía a esta última. Efectivamente, el
juicio del Señor sobre Maria que había elegido la mejor parte, también
podríamos entenderlo así: poner la Voluntad de Cristo en el propio centro
existencial es lo mejor que puede hacer cada cristiano, es la opción
fundamental a la santidad.
A la luz del Evangelio cada persona orienta su propia vida hacia una
elección de fondo y en esta experiencia es atraída por una opción
fundamental que, de hecho, determinará el actuar y el vivir de la misma
persona. Toda elección de fondo realizada por la criatura es determinante:
carrera, gloria humana, dinero, supervivencia, ventaja sobre el más débil,
oportunismo... todo gira alrededor del yo con la consecuencia de que lo que
se elige no orienta hacia el Cielo sino al sacrifico de todo por la tierra y
embrutece al hombre que fue creado a imagen y semejanza de Dios.
En este pasaje se tiene la impresión de que Marta no haya realizado todavía
la opción fundamental de la santidad, que es, precisamente, "hacer la
voluntad de Jesús". He aquí porque el Maestro la regaña dulcemente, como
para hacerle entender que el reproche que ella dirigía a Maria no sólo era
injusto sino que, oportunamente correcto, debía hacerlo a si misma. Era
Marta la que tenía que ser como Maria: toda centrada en el ser en Cristo, y
no viceversa: agitarse alrededor de Cristo.
Jesús, que realmente ama a Marta, como a cada uno de nosotros, desea para
ella, y para todos, que el elección radical de santidad se convierte en
opción fundamental, de la que uno extrae la razón de ser, todas las otras
razones de vivir.
Todos nosotros estamos llamados a la santidad y para hacernos santos, nos
recuerda el Santo Padre, "es ante todo necesario escuchar a Jesús y luego
seguirlo sin desanimarnos antes las dificultades" (Benedicto XVI, 1° de
noviembre de 2006).
"Marta, Marta tú te preocupas y te agitas por muchas cosas"! Cuántas veces
la Virgen Maria ha venido a recordar a sus hijos, demasiado preocupados por
los asuntos de la tierra, que solo una cosa es necesaria: "¡haced lo que os
diga". He aquí la parte mejor que no se nos quitará!
Preocuparse de tantas otras cosas omitiendo la que es la opción fundamental
para el cristiano, es decir la Voluntad de Dios, no preocuparse de conocerla
mejor para poder acogerla mejor: he aquí una "distracción de vida" realmente
nociva para el alma que no podrá progresar nunca en el verdadero amor hacia
el Señor sin un conocimiento tal. ¿Cómo se puede amar realmente a alguien,
secundar su voluntad, sin escuchar su palabra? ¡Marta, regaña absurdamente,
a Maria de escuchar al Señor!
¡Qué distinta es, por el contrario, la disposición tranquila y serena de
Maria, que permanece a los pies de Jesús para someterse a Su Palabra, es
decir a Su Voluntad, toda la vida.
Mirándonos a nosotros, en la luz mariana de esta maravilloso pasaje
evangélica, realmente deberíamos preguntarnos si Cristo y Su divina
Voluntad, se han convertido en nuestra opción fundamental. Habría entonces
que examinar con honestidad nuestro corazón, y preguntarle: corazón ¿qué es
lo que te preocupa, lo que te agita? ¿Estas movido por el celo por la gloria
de Dios o no bien, por el deseo de tu gloria? ¿Te alegras cuándo eres el
último o sólo cuándo eres el primero? ¿Buscas las grandezas del mundo o la
pequeñez en Dios?
Son tantas las preguntas que uno se debe plantear, como tantas son las
líneas que tiene el Evangelio, para llegar a rectificar toda disonancia
entre la nuestra y la divina Voluntad. La Virgen Maria nos ayude para que la
opción fundamental sea realmente la Santidad encarnada, el Cristo del
Evangelio y, no más bien, el Cristo de nuestra fantasía.
Fuente:
fides.org
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