«Déjame el Niño»

 

Cardenal José María Javierre

 

Al trote entra Leví en la gruta. La señora ha dejado al niño recostado sobre el pesebre. El hombre no está, habrá ido a buscar leña.
—Toma.
Leví alarga sus brazos con el corderito. Toma. Es todo, todo lo mío. Mira qué bonito. Se parece a tu niño. Toma, te lo doy. Para él. Y para ti. Ya no tengo más. Toma.
La mujer coge el cordero. Lo acaricia, lo besa. ¡Qué contento pone a Leví ver sonreír a la señora! Casi no se acuerda de que ya no tiene cordero, ya no tiene nada.
—Y tú, ¿qué quieres?
—Déjame el niño.
—Pero ten cuidado, no lo despiertes.
Ha puesto el niño en la cuenca de los brazos de Leví. No se me caerá, no, estoy acostumbrado a coger corderos en mis brazos. ¿Ves que así acariciaba a mi cordero?
-¿Me dejas besarlo?
La mujer sonríe. Sí, sonríe.
Leví ha besado el niño. Un beso largo, en la frente. Un beso suave, cuidadoso, para no despertar al niño dormido.
Ahora Leví devuelve el niño a la señora. un ademán casi brusco, rápido. No dice nada, tiene los labios apretados.
—Adiós, Leví.
No contesta. La señora le ve salir otra vez disparado como una flecha. La señora ya sabe...

Fuente: alfayomega.es