María y el amor a Dios

 

Maximino Carchenilla

 

El amor de Dios no tiene freno, es imparable, no se contenta con medianías. María, que se ha sentido
amada por Dios en lo más hondo de sí misma, corre a comunicarlo. No le asusta nada: ni días grises, ni caminos enrevesados, ni pueblos lejanos...
El amor la impulsa con una vitalidad nueva; el
amor es algo urgente que hay que vivir en uno
mismo y llevar a los demás.
Isabel -su prima- y Juan Bautista -su sobrino-
han sido los primeros afortunados en recibir
ese mensaje de amor. Por eso no es raro que hasta
Isabel sienta cómo el niño que lleva dentro da saltos de alegría con la visita de María.
No hay mejor cosa que abrirse al amor, que dejarse
llevar por el amor. Igual que no hay nada peor que ser ajeno al amor o cerrarle las puertas.
y no podemos separar el amor a Dios del amor
a las personas. No. Ambos se necesitan y se complementan.
No existe, no puede existir, el uno sin el otro. Si falta o falla una de estas dimensiones del amor, el amor se queda a medias, es mediocre, es mentira, no es amor.
Hoy, María nos invita a compartir el amor que
sentimos y a ser testigos de lo mucho que Dios nos
ama.

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