La mirada de María

 

Padre Javier Leoz

 

La mirada de la Virgen, aún siendo nítida y clara, siempre será para nosotros un enigma: nunca llegamos a alcanzar totalmente la profundidad desde la que arranca; la belleza que sus ojos destellan; el brillo que nace de su alma.

Pero, entre todas miradas que nos ofrece María, hay algunas que merecen nuestra contemplación y nuestra reflexión:

*La mirada al Niño. Refleja el fruto de su obediencia y de su generosidad. ¡Lo qué te espera, hijo mío! Ya entonces, desde el pesebre, María supo mirar a Jesús sabiendo que -aun siendo suyo- Dios tenía mucho que decir. Lo miró, no solamente con ojos de humanidad, sino con ojos de Madre de Dios.

*La mirada sobre José. Poco nos hablan los evangelios sobre este personaje que cristalizó en sentimientos de amor y de ternura en la vida de María. La Virgen, en momentos de soledad y de prueba, de pobreza y de intimidad, miraría a José con ojos de amiga y de confidente, de compañera y esposa. ¡Cuánto más te miro, José, mas te quiero! ¡Qué especiales tuvieron que ser las miradas de María a José!

*La mirada a nosotros. En el atardecer del Viernes Santo, María, sólo tuvo ojos para Cristo y para Juan. Y, al clavar su mirada en el discípulo amado, los dejó para siempre fijos y clavados en su iglesia; en los millones de hijos e hijas que hemos ido naciendo a lo largo de la historia de nuestro cristianismo.

-Venimos porque necesitamos ser mirados por los ojos de la Madre.

-Venimos porque no podemos vivir sin un rayo de su presencia

-Venimos, en el mes de las flores, porque sus ojos son referencia para los nuestros. Para los que desean mirar con la misma pureza, alegría y bondad que destellan los ojos de María.

Dejamos, delante de Ella, este "colirio". Queremos representar nuestro deseo de ver las cosas con la misma profundidad y nitidez de María.

Fuente:  autorescatolicos.org