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La coronación de la Virgen rodeada de estrellas.
Fray Julián de Cos, O.P.
En una iglesia a la que
voy a celebrar la Eucaristía una vez al mes, en su capilla dedicada a la
Virgen, la podemos ver en lo alto rodeada por un manto de estrellas. Es una
imagen muy bonita: la mujer más agraciada en medio de un hermoso firmamento.
Qué preciosidad contemplan nuestros ojos…, qué cariñosa presencia sentimos
en nuestro corazón…, qué a gusto se está al lado de ella.
Contemplando esta imagen nos acordamos del último misterio del Rosario: la
Madre de Dios coronada como Reina de cielos y tierra. Y la imaginamos
imperando con su amor y belleza sobre de todo lo creado. Regalando su
ternura a toda la creación. Acariciando con su suave sonrisa a todos los
seres que Dios ha puesto bajo su reinado. La imagen nos llena de paz y
alegría.
El corazón de nuestra Madre del cielo late al acompasado ritmo de las
estrellas. Un ritmo bello y armonioso, tierno y cálido. El amor que arde en
su corazón inmaculado se extiende y se reparte por toda la creación,
especialmente entre los más pequeños e indefensos. Porque ella, siendo
nuestra Reina, es también la más cercana de las madres.
A la más humilde de sus servidoras Dios la ha erigido Reina de los ángeles y
de los hombres. Reina del verdor de los prados, del frescor de la brisa, del
arrullo de los torrentes, del dulzor de la miel y de la fragancia de los
campos regados por la lluvia. Todo está bajo el reinado de nuestra Madre.
Cuando caminamos por la naturaleza rezando el Rosario podemos captar su
maternal belleza en todas las cosas. Una belleza que, a su vez, nos lleva a
la hermosura divina, pues María es intercesora de Dios: de su primor, orden
y armonía, de su sabiduría, inteligencia y conocimiento, de su poder, fuerza
y magnificencia, de su amor, ternura y cariño.
Rezando el Rosario podemos sentirla en nuestro interior abrazándonos con
todo su amor. Ella nos acompaña desde lo más profundo de nosotros. Con
calma, en silencio, sosegadamente, con la dulzura de la más tierna de las
madres, María reina en nuestro corazón.
Fuente:
rosarium.op.org
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