Un Ángel en el jardín

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

Era sexto mes, Maria, ya esta desposada con José, como todas las madrugadas, el frío se apodera del término de la noche, sin embargo ese día el aire era algo distinto, se escuchaba el silencio en todo Nazaret, y el estrellado cielo hacia notar que algo muy importante se anunciaba en la Galilea , Maria, sentada en su lecho, murmuraba un Salmo elegido de sus alabanzas favoritas a Dios. 
 
En un instante de ese amanecer, María siente la presencia de algo hermoso, el Sol aún no enseña sus primeros matices, pero la habitación resplandece, enviado por Dios el ángel Gabriel se hace presente. 
 
María, no disimula su emoción, frente a tan bella presencia, junta sus manos, entrelaza sus dedo, apega sus manos en el pecho y se dispone con gran recogimiento a oír al Ángel quien la mira con dulzura del amor de quien lo ha enviado, este hace una pausa y le dice tiernamente, Maria, «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.», María, sin dejar de inquietarse, se concentra en si para meditar un segundo sobre estas palabras, es necesario reflexionar acerca de este saludo para llegar a comprenderlo y para encontrar una respuesta, pero la paz del Ángel se adueña del ambiente, y para enternecer el encuentro, suavemente le dice, Maria, «No temas, si, María, porque has hallado gracia delante de Dios”. Maria, aprieta sus manitos de joven inocente al pecho, su corazón no disimula la emoción, el Ángel Gabriel continua, “vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo”, un hijo, murmura suavemente Maria, “si Maria un hijo a quien pondrás por nombre Jesús”, continua el Ángel.  
María, no quiere alterar nada, oye atentamente, y sigue al Ángel Gabriel, “Maria, Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»  
María, abre sus ojos, mirando a Gabriel, como diciendo ¿puedo preguntar algo?, unos pequeños pasitos para disimular la inquietud, y enfrenta sonriendo al Ángel y pregunta, «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le mira, le sonríe, y entiende lo que le ocurre a Maria, entonces le responde: Maria “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”, Maria, silenciosa demuestra en su actitud que comprende el plan de Dios, además es hora de cumplir una vez más con la ofrenda de Ana, y Joaquín sus padres, María, es un ser humano libre, capaz de decisión y destinado a la responsabilidad. Maria debía consentir en el plan eterno de Dios. El saludo del ángel fue para María la revelación de un decreto celestial y a la vez la invitación al consentimiento. El Ángel, vuelve sus ojos a Maria y le asegura, “el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.» María, busca las palabras en su corazón, palabras de respuesta a Dios, suspira un instante, sonríe, y dice amorosamente, «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» El Ángel, se llena de gozo y satisfacción, por tan bello encuentro,  la mira dulcemente, y se va.  
Pasan algunas horas, y Maria ha estado orando sin levantar la cabeza, su disposición a Dios es total, esta aún asombrada por todo, algo menos inquieta, recuerda al ángel cuando le hablo de su prima Isabel, entonces  se apresura para visitarla, y se dirige a la casa de esta, llena de alegría, todo el Espíritu la desborda. 
 
Apenas se asoma a la puerta de la casa de Isabel, cuando se produce el encuentro, parecía que se estaban esperando, ambas primas sonrieron, parecían saber todo lo que a las dos le alegraba, se abrazaron y se miraron en silencio, Maria toco suavemente el vientre de Isabel y se emociono al sentir esa tierna patadita de bebe que impacientemente espera su día señalado. 
 
Isabel, la invito a sentarse bajo un limonero, a disfrutar del día a la sombra del aromático frutal, hablaron de Raquel, de Rebeca, de Ana la madre de Samuel, de Sara, de la oraciones de Isabel y de las infinitas noches que desahogo su corazón ante Dios, y de la incrédula sonrisa entregada a  Zacarías cuando volvió mudo del santuario y trató de hacer entender que las oraciones de ellos, habían sido escuchada, y de cómo no fue capaz de creerlo hasta que tuvo la certeza de que en su seno se había alumbrado la vida. Dios se había acordado de Isabel lo mismo que de ambas madres de ellas y les había visitado con el don de la fecundidad. 
 
“Así es prima Maria, le dice Isabel, por eso necesité esconderme muchos meses: tenía que dar tiempo a mi corazón para agradecer en el silencio y la soledad que el Señor me había desatado el sayal de luto para revestirme de fiesta”.  
Isabel observa deslumbrada a María, que esta resplandeciente, llena de gracia y reconoce en ella a la elegida de Dios, convocada a la alegría, ella es la flor  elegida para ser el orgullo del jardín de su  pueblo. Isabel respira profundamente, y le brota una alabanza, que le nace del corazón: 
 
"¡Bendita seas entre todas las mujeres, bendito el fruto de tu vientre!”  
María le oye enternecida, y su prima le agrega 
  
“Dichosa tú que te has fiado de Dios como nuestro padre Abraham…”,  
María, recibe las palabras de Isabel con su habitual actitud de joven servidora de Dios, y responde a su prima  "Es a él a quien tenemos que dirigir la bendición, que se ha inclinado a mirar a la más pequeña de sus hijas, es que en mí ha visto a todos los que como yo, que no poseen ni pueden nada y se apoyan solamente en El”.  
Que bien entienden ambas, el porque cuando alguien confía en el amor de Dios, El hace maravillas, cosas grandes y lo sienta a su mesa, y como lamentan a los que son orgullosos y se creen algo, porque Dios los aleja de su presencia. 
 
Isabel, agrega Maria, “yo sólo era un jardín vacío y pobre pero él se ha pronunciado sobre mí, su palabra, y el Ángel Gabriel ha llegado a mi jardín como en la primera mañana del primer día de  la creación, entonces hizo brillar la luz de un nombre nuevo, el del hijo que ya está creciendo dentro de mí”.  
“Que feliz me encuentro prima, Dios se ha acercado tanto, le pertenezco, como esa semillita a la tierra, especialmente por lo que ha hecho germinar, no podía hacer otra cosa, es así como de mi corazón broto una respuesta breve, pero de entrega total "Aquí estoy, hágase…" y deje atrás cualquier inquietud.  
Maria continúa. “Ahora, Isabel, yo no sé cómo va a suceder todo esto, y entonces miro al que habita en los cielos, levanto mis ojos, como los de los siervos que miran la mano de sus amos, y como los ojos de la sierva miran la mano de su ama, así miro a nuestro Dios, hasta que tenga Compasión de mi (Salmo 123,1-2),  
María se encuentra adherida plenamente al plan de Dios, ella es mujer de fe pura, su prima aprecia la grandeza de la fe de María, que no pidió ningún signo especial al contrario, acepto la voluntad divina, motivada sólo por su amor a Dios, fue invitada a creer en una maternidad virginal. 
 
Se esta ya cumpliendo la profecía de Isaías, que culminara con el nacimiento de Jesús, «He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel» (Is 7,14 
 
Tiempo después, Maria sentada junto al ventanal buscaba con su mirada a José, y se preguntaba que habrá soñado su esposo carpintero, que aún no se acercaba a comentárselo, a el encantaba hablar de sus sueños, admiraba los sueños de Jacob y los comentaba, y siempre le decía, Maria: “Me gusta lo que hace Dios, me entrego a EL, cada vez que el descanso me obliga a cerrar mis ojos, y espero confiado que Dios me hable en sueños”  
José, no se sale de su humildad, su sencillez, es un hombre que habla con un corazón alimentado de la sabiduría que le entrego el Padre Bueno, en el cual reconoce su mejor consejero, y tiene la convicción plena, que es sólo con la sabiduría del corazón como se conoce bien a Dios. 
 
María esperaba el saludo matinal de su esposo José, que al venir a visitarla por la mañana, le decía: “Dios nuestro Padre, nos ayude y nos Bendiga, que bella haz amanecido hoy” ella se llenaba de alegría de su respetuoso esposo, se sentía cuidada por él.  
Pero ahí estaba ya José, con su delantal de carpintero, había comenzado a trabajar temprano, estaba algo confundido, pero sabía que Dios le estaba encomendado algo muy importante, Maria lo llama sonriente, “ven José, recemos  juntos al Señor”  
José, recordaba como sintió el llamado del Señor, cuando tomo su vara y fue al templo, como la paloma que salio de ella se poso sobre él, sin embargo, su corazón humano había sentido la desolación y la angustia cuando supo del embarazo de María,  pero ya había abandonado esa ansiedad, se acercó a su esposa, y luego de un instante de silencio la miró con los ojos de siempre, amoroso, y emocionado y tratando de disimular que había estado inquieto. 
 
María, “me llegó la Voz en medio del sueño dijo José”, María lo mira y pidiendo sin decir una palabra que no tardara en contarle, José continua, María la Voz me dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María en tu casa pues lo que ha concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo a quien llamarás Jesús… (Mt 1,20-21)”. Entonces me desperté, rece, le pedí al Señor su fuerza y al mismo tiempo le agradecí tan bello honor, y luego me apresure hasta aquí, pero aún el sol no salía y tu dormías, y para no distraer tus sueños me fui a trabajar un rato, pero ya estoy aquí, ahora que la luz me permite ver tan bella flor, que abre su vida como la mas hermosa del jardín.  
El anuncio del ángel, en el sueño de José, le hizo comprender precisamente, que debía asumir la paternidad legal sobre el Niño que María lleva en su seno, cuyo carácter mesiánico viene de esta manera asegurado. 
 
Estas palabras del ángel son la ocasión y el momento para que José ratifique responsablemente su voluntad de seguir unido en matrimonio a María, pero, con una particularidad, que María va a ser Madre. 
 
Así, José, hombre justo que en el espíritu de las más nobles tradiciones del pueblo elegido amaba a la Virgen de Nazaret y se había unido a ella con amor esponsal, es llamado nuevamente por Dios a este amor, él la tomó con todo el misterio de su maternidad; la tomó junto con el Hijo que llegaría al mundo por obra del Espíritu Santo, demostrando de este modo una disponibilidad de voluntad semejante a la de María en orden a lo que Dios le pedía por medio de su mensajero. 
 
María vuelve a sonreír, y le dice a José, “ven José, recemos juntos al Señor” José extiende su mano e invita: “además, cantémosle salmos de alabanzas”