La Virgen María, amor materno

 

 

Camilo Valverde Mudarra 



El capítulo VIII de la Constitución Lumen gentium “La Santísima Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia” ofrece un excelente cúmulo de ideas para leerlas pausadamente, guardarlas en el alma y hacerlas objeto de nuestra meditación.

“María asunta a los cielos, no ha dejado la misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna 15. Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia, con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual, sin embargo, ha de entenderse de tal manera que no reste ni añada a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador.

Jamás podrá compararse criatura alguna con e1 Verbo encarnado y Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es participado tanto por los ministros sagrados cuanto por el pueblo fiel de formas diversas, y como la bondad de Dios se difunde de distintas maneras sobre las criaturas, así también la mediación única del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas diversas clases de cooperación, participada de la única fuente.

La Iglesia no duda en confesar esta función subordinada de María, la experimenta continuamente y la recomienda a la piedad de los fieles, para que, apoyados en esta protección maternal, se unan con mayor intimidad al Mediador y Salvador” (LG 62).


Tenemos, a nuestro lado, una Valedora, un Madre, perpetua, segura, amorosa. 

Su intercesión, en su amor maternal, es permanente, sin cansancio, sin interrupciones. Continuamente, está dispuesta a dispensar sus dones, sus mercedes, sus remedios en las necesidades y avatares de esta vida. Su auxilio se aúna, como en Caná, con la acción eficiente y mediadora del único Mediador, Jesucristo, el Redentor y el Salvador de la humanidad; y, acudiendo siempre a su Hijo, consigue la acción eficaz de los seiscientos litros gracias remediadoras por su cooperación y participación.

Por ello, la Iglesia confiesa esta función de María y recomienda la piedad de los fieles, para que se blinden bajo su protección y vivan cobijados en su cálido regazo.