Con la presencia maternal de María

 

 

Cardenal Angelo Sodano

 

Parte de la Misa Conclusiva del Encuentro Europeo de Jóvenes, Santiago de Compostela, 8 de agosto de 1999

Queridos amigos congregados aquí desde las más diversas partes del Continente: Quiero concluir mis palabras invocando el nombre de María, a quien podemos llamar en cierto sentido «Madre y Reina de Europa». Fijaos que el gran acontecimiento de la Encarnación del Verbo y de la Redención del mundo, que la Iglesia universal se dispone a celebrar en el Jubileo del Año 2000, fue posible gracias a la respuesta positiva de María al anuncio del ángel: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Nunca en la historia de la humanidad tanto dependió, como entonces, del «sí» a Dios de una criatura humana. Por ello os invito a vosotros, jóvenes de toda Europa, a acogerla hoy y para siempre en vuestra vida, al igual que ella acogió en su seno hace veinte siglos al Autor de la vida. Dejad que María camine a vuestro lado en estos años de la juventud que coinciden con el nacimiento de un nuevo milenio.

Encomiendo los frutos de este Encuentro a la Virgen María, hija predilecta de Dios Padre, mujer perfecta, modelo de servicio y alegría, para que ella, como peregrina de la fe, acompañe vuestros pasos por los caminos de la paz y os reciba un día en el cielo, al final de la vida, con el mismo gesto sonriente con el que os ha dado la bienvenida a vuestra llegada al Pórtico de la Gloria de la Catedral Compostelana. Que con su ayuda, y por la poderosa intercesión del apóstol Santiago, edifiquéis juntos la Europa de la esperanza.