María, evangelizada y evangelizadora

 

 

SS. Juan Pablo II

 

Sínodo de Obispos, asamblea especial para América, Ciudad del Vaticano, 1996

13. María es el modelo en el camino evangelizador, pues en Ella se da la plenitud de gracia. El Espíritu Santo, que la transforma por entero, le ofrece la misión de la maternidad divina, preservando su virginidad (cf. Lc 1,30-35). María, con la perfecta obediencia de la fe, da su "sí" humilde y generoso a Dios (cf. Lc 1,38) y se deja evangelizar plenamente, acogiendo la Palabra de Dios en su corazón antes que en su seno(9). Por eso, ella se transforma a su vez en la primera evangelizadora, pues a través de ella el Salvador se ofrece a todos los hombres: a Isabel y a su hijo, Juan Bautista (cf. Lc 1,39-45), a los pastores (cf. Lc 2,16-20), a los magos (cf. Mt 2,10-11), a Simeón y a la profetisa Ana (cf. Lc 2,27-38), y a tantos hombres de buena voluntad que se acercaron a Él durante su ministerio público. Finalmente María es la Nueva Eva y la Madre de la Iglesia, que recibe a toda la humanidad en la figura del discípulo amado de manos de su Hijo agonizante en el Calvario (cf. Jn 19,25-27). Desde entonces María está siempre presente en la vida de la Iglesia.

También en el Pueblo Dios que está en América se hizo presente la Madre del Redentor desde el inicio de la primera evangelización, sobre todo desde 1531, en que, bajo la advocación de Guadalupe en la aparición a Juan Diego, ella ofrece en el cerro del Tepeyac, protección materna a todos los hombres y mujeres del Continente americano. Bajo muchas otras advocaciones la Virgen María es también venerada como Madre de Dios y Madre de todos los hombres en los diversos países y regiones donde el pueblo fiel manifiesta, a través del culto mariano, su pertenencia inconfundible a la Iglesia Católica. Por eso, el Papa Juan Pablo II da a María los títulos de Estrella de la primera Evangelización y de la Nueva Evangelización. También hoy como en Belén, en Caná y en el Calvario, María, Estrella de la Evangelización en América, continúa sosteniendo con su presencia la obra del anuncio de Jesucristo, Salvador del hombre.

14. El Espíritu que transformó a María en la primera evangelizada y la primera evangelizadora, es el mismo Espíritu del Señor que acompañó a su Hijo al iniciar su ministerio público en Galilea: "El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva..." (Lc 4,16-21). También en nuestra época el Espíritu Santo es el principal evangelizador e impulsa a la Iglesia que está en América a cantar con María el Magnificat, su "canto de alabanza", confirmando una vez más que no se puede separar la verdad sobre Dios que salva de la manifestación de su amor preferencial por los pobres y los humildes.

En el camino hacia el Gran Jubileo del Año 2000 la Virgen María será para la Iglesia en América modelo de conversión, de comunión y de solidaridad para que la obra salvadora de su Hijo llegue a todos los hombres y mujeres del Continente. Por eso, el Papa Juan Pablo II al anunciar la celebración del Gran Jubileo del Tercer Milenio ha querido confiar el empeño de toda la Iglesia a la celestial intercesión de María, Estrella que guía a los cristianos al encuentro con el Señor.