Con flores a María

 

 

 

Carmelo Borobia, Obispo de Tarazona, España

 

El culto del Pueblo de Dios hacia María ha crecido admirablemente en veneración y amor, en oración e imitación, según sus palabras proféticas: Me llamarán bienaventurada todas las generaciones porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí (Lc1, 48). (LG 66)

En el mes de mayo, sumergidos por la primavera en un ambiente espiritual y humano, los cristianos, de manera especial, hemos dado culto a la Virgen María en “su mes”.

Mes de esperanzas que nos presentan las flores y los frutos a punto de madurar e ilusiones por ver colmados tantos deseos presentados a la Virgen. Todo ello nos invita a alabar y proclamar con gozo la alegría de toda la Naturaleza, y a presentar los cristianos nuestra actitud de devoción a María, la Madre del Señor y Madre nuestra. Los templos de nuestros pueblos y ciudades se ven concurridos en este derroche de amor que ofrecemos a la Virgen llevando en nuestras manos ramos de flores; “Con flores a María, que Madre nuestra es”. Indica nuestro deseo de protección “bajo su amparo”, de ofrecerle lo mejor, el ramo de la alegría, la sencillez, la fe, el Amor... para que Ella meditándolo en su interior lo haga fructificar en el seguimiento a su Hijo Jesucristo.

Nos dice Juan Pablo II; “La afirmación de la centralidad de Cristo, no puede ser separada por su Santísima Madre. Su culto, aunque valioso, de ninguna manera debe menoscabar la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador” (T.M.A.43). Cristo es el centro, objeto y fundamento de nuestra fe, es el Camino para volver a Dios, la Verdad que nos revela el misterio de Dios, y la Vida en plenitud que Dios nos regala en su cuerpo muerto y resucitado. Pero María es siempre camino que conduce y nos muestra a Jesús, fruto bendito de su vientre. María, la Madre de Cristo no deja de decirnos: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2,5)

Como su prima Isabel nosotros también le decimos: “Dichosa tú que has creído” (Lc. 1,45). Se lo hemos dicho y le hemos pedido esa fe en nuestras Iglesias rezando el Santo Rosario las tardes de este mes, en el ejercicio de las flores, en romerías, festividades marianas. Todo esto nos ha acercado a la oración constante, personal y comunitaria para pedir por las necesidades de la Iglesia y del mundo. En este mes de mayo han estado presentes momentos especiales de nuestra sociedad, como la consecución de la paz, la necesidad de un mundo más justo y solidario, la difusión de la caridad entre los hombres. Y también las necesidades de nuestra comunidad eclesial; la unidad, los deseos de fraternidad y solidaridad, la humildad de sus miembros, la fidelidad al don recibido y el entusiasmo por proclamar el evangelio de Jesucristo, la búsqueda incesante del testimonio cristiano y buscar los caminos para alcanzar la santidad.

Conviene caminar todos juntos hacia el altar de la Virgen María, familias, jóvenes y mayores, enfermos, que en el mes de mayo ofrecemos unas flores a la Virgen María, Madre del Redentor y Madre de todos los hombres.

Con la Virgen María, que junto a los apóstoles recibió el día de Pentecostés, festividad que hoy celebramos, la fuerza del Espíritu Santo, caminemos siempre al encuentro de Jesucristo y sepamos llevar el aroma del Amor de Dios a todos los hombres.

Con mi afecto y mi bendición
+ Carmelo Borobia
Obispo de Tarazona