Sagrada Familia 

 

 

 

José Sánchez González Obispo de Sigüenza-Guadalajara

 

Queridos diocesanos:

En el domingo siguiente a Navidad celebramos la fiesta de la Sagrada Familia, formada por Jesús, María y José. El Hijo de Dios, que se hizo hombre en las entrañas de la Virgen María, quiso vivir entre nosotros en las circunstancias normales en las que nace y vive todo ser humano, a no ser que circunstancias especiales lo impidan. El ideal y lo más común es, o debería ser, vivir en una familia formada por el padre, la madre y los hijos.

De esta manera, Dios, que por la Encarnación de su Hijo, al tomar nuestra naturaleza, santificó de algún modo todo el género humano, al vivir en una familia, santificó también no sólo esa familia, la Sagrada Familia, sino a todas las familias. Su Familia es, por tanto, también nuestra familia y para todos un modelo de imitación, un ejemplo a seguir.

Ni vale decir que esto puede valer para los católicos o para una determinada época. La naturaleza de la familia de Jesús es la forma original de la familia, como Dios la quiso para la humanidad, elevada a la más alta dignidad por ser la familia del Hijo de Dios hecho Hombre.

En la Creación, Dios los crea hombre y mujer y les entrega la misión de ser los transmisores de la vida humana. La familia formada por un hombre y una mujer, abiertos a la vida, está en los orígenes de la humanidad. El matrimonio, como la unión en amor y fidelidad entre un hombre y una mujer para amarse, ayudarse, ser fieles y transmitir la vida, y la familia, como la institución básica y nuclear de la sociedad, han sido dos instituciones muy valoradas y cuidadas con esmero por todas las culturas, legislaciones y costumbres de todos los pueblos.

En todas las culturas, la familia ha merecido la más alta consideración y protección y en los Estados socialmente más desarrollados, se protege y cuida la familia como uno de los cometidos más importantes de un Estado social y de derecho.

La Encarnación del Hijo de Dios y su vida en una familia supuso un sello de autenticidad y la elevación a la más alta dignidad del matrimonio y de la familia. El Señor, después, en su doctrina y en sus actitudes, dejó sentados los principios de la elevación del matrimonio a la categoría de Sacramento. Así lo ha entendido siempre la Iglesia, que ha considerado el matrimonio, ya desde el tiempo de los Apóstoles, como algo sagrado, por su semejanza con la alianza de Cristo con su Iglesia y con la humanidad.

Es lógico que la Iglesia en España celebre en la fiesta de la Sagrada Familia la Jornada Anual de Familia y Vida y que cada año insista en uno de los aspectos relacionados con estas dos realidades, tan vinculadas, por otra parte, entre sí; Familia y Vida. En este año el lema es: «Hombre y Mujer los creó».

En esta breve fórmula de nuestra fe se contienen los aspectos más fundamentales de las instituciones del matrimonio y de la familia, de la dignidad de la vida humana y de nuestras obligaciones y actitudes para con el matrimonio, la familia y la vida.

En esta Jornada de familia y vida queremos poner de relieve el origen de la vida, del matrimonio y de la familia, que no es otro que Dios creador. La forma en que Dios establece el matrimonio como la unión de amor de un hombre y de una mujer, abiertos a la vida. El papel de la familia como transmisores de vida y educadores de los hijos que nacen de su amor. La necesidad de que los hijos que nacen cuenten con el padre y con la madre en su desarrollo posterior y en su educación, como han tenido que contar con la cooperación de ambos para ser engendrados y para nacer. La categoría del matrimonio, al que Jesucristo elevó a la condición de sacramento.

Desde ahí podemos apreciar lo que significan otro tipo de uniones, que no pueden aspirar a ser consideradas como matrimonio; así como la necesidad de garantizar que los hijos, para su educación y desarrollo armónico, cuenten con un padre y una madre, con el factor masculino y femenino, como algo que viene dado por la propia naturaleza de las cosas y es querido así por Dios.

Nuestro reconocimiento del matrimonio entre dos personas de distinto sexo no supone en modo alguno una discriminación de las personas homosexuales en lo que a su dignidad humana y derechos fundamentales se refiere, Sencillamente es reconocer que, por la misma naturaleza del matrimonio y por la exigencia natural de los hijos de tener un padre y una madre, sólo un hombre y una mujer están capacitados por la propia naturaleza para contraer matrimonio y tener hijos o adoptados, si así lo desean.

La celebración de la fiesta de la Sagrada Familia ha de servimos para valorar cada día más el matrimonio y la familia, como Dios los ha querido, para defender la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural y para promover cuantas acciones estén a nuestro alcance, a fin de dignificar, proteger y ayudar a los matrimonios, a las familias y a cualquiera de sus miembros, especialmente los más débiles, indefensos e inocentes.

Os saluda y bendice vuestro Obispo

+ José Sánchez González Obispo de Sigüenza-Guadalajara