Las fiestas de la Virgen

 


Jesús Aniorte

 

 

Vísperas de una fiesta de la Virgen, un amigo ‑que a fe que no era ateo ni siquiera de los coloquialmente llamados "alejados"-, después de enumerarme una buena cantidad de fiestas de la Virgen, me decía: "¿No te parece que son demasiadas las fiestas de la Virgen las que celebramos durante el año?" . Yo, recuerdo, contesté sencillamente que para celebrar a la Madre nunca me parecían demasiadas las fiestas. Hoy pienso que mi respuesta de entonces fue incompleta. Porque pienso que la Iglesia, al proponernos las fiestas de la Virgen, no trata sólo de celebrar a la Virgen, sino también, y sobre todo, de animarnos a dejar a Dios realizar el plan que él tiene sobre nosotros. 

Efectivamente, María no sólo es la Madre de Dios, una mujer privilegiada, santísima, buenísima y no sé cuántos superlativos más... con una santidad y una bondad, etc., que la alejan de nosotros; sino que es, ante todo, la mujer de nuestra raza que más sinceramente y con más decisión ha dicho sí a Dios siempre. Y porque dijo sí, Dios realizó en María el proyecto que tenía sobre ella, y en la Virgen nos muestra el proyecto que tiene sobre nosotros si nos ejercitamos en decirle sí siempre como María. 

Lo hemos escuchado muchas veces, cuando se nos ha proclamado el relato de la Anunciación, en el que Dios le propone a María el plan que tiene sobre ella: ser la Madre del Mesías. Ella no entiende bien aquello, pero dijo sencillamente sí. 

No entiende bien, digo, pero se fía del amor de Dios. Ella cree firmemente en Dios, y sabe que los caminos del Dios que la ama, por tortuosos que sean, llevan siempre a feliz meta. Y el camino que Dios le pone delante y al que ella dijo sí conducirá a la entrada del Mesías, de Jesús, de la Salvación de Dios, de la Bondad de Dios, del Amor de Dios en nuestra historia. 

Comenta el Cardenal Pironio: 

"He aquí la esclava del Señor". Es la respuesta total de Nuestra Señora, la expresión de su sí. No es que María comience ahora justamente a decir sí. Ahora dice sí a la salvación, a la maternidad del Salvador, pero María ha dicho siempre que sí. María no hubiera podido decir que sí al ángel si no hubiese vivido en una disponibilidad total, en un constante sí ". 

Esta es la gran invitación que nos hace Dios por medio de María, siempre que celebramos una fiesta suya: decir sí a Dios. Fiarnos de su amor. Vivir en una total disponibilidad para prepáranos cada vez más a fin de dejar que Dios realice su proyecto en nosotros: que Cristo se encarne en nosotros, que su vida se haga vida de nuestra vida, para, como María ayer, hacerlo presente en nuestro mundo de hoy. 

Mirad, amigos, todos tenemos nuestra anunciación... o nuestras anunciaciones. Constantemente nos habla el Señor y nos invita, como a María, a recorrer caminos que a veces no entendemos del todo y que casi siempre nos resultan cuesta arriba: el camino del amor, el del servicio, el del perdón, el de la comprensión, el de la tolerancia, el de la aceptación del otro o de los acontecimientos, etc. ¡Cuántos caminos abre el Señor constantemente ante nosotros! Y ¿qué tal si nos arriesgamos a recorrerlos, como María? 

Fuente: El Propagador, Capuchinos, Valencia, España