María, Nuestra Madre


Vicente Taroncher, Capuchino

 

 

Los Evangelios son muy parcos en hablar de la Sma.Virgen y, desde luego, no desarrollan el tema de la maternidad espiritual de María. La misión principal de los Apóstoles y de la Iglesia primitiva era anunciar a Jesucristo como único salvador de los hombres; de María, lo poco que se habla, es en relación con el misterio de la salvación. Pero siempre que queramos conocer el rostro y la misión de María, será partiendo de la reflexión evangélica (anunciación, nacimiento de Jesús, bodas de Caná, al pie de ka cruz....).

Y la Iglesia, a lo largo de su historia y ayudada por la fuerza reveladora de su Espíritu, ha reflexionado sobre la maternidad espiritual de María. Por citar algunos documentos de los Santos Padres, vemos cómo San Ireneo (202) observa que “María es la nueva Eva que regenera a los hombres en Dios". Y San Epifanio (403) la llama “Madre de los vivientes”. Más claro es el testimonio de San Ambrosio que ve en María a la cooperadora que con la caridad hace nacer a los fieles para la Iglesia y engendra los miembros para la cabeza, Cristo”. San Leandro de Sevilla la llama “Madre y guía de vírgenes” Y San Bernardo (S.XII) proclama abiertamente: “La Madre de Dios es nuestra Madre”.

A medida que la reflexión sobre la maternidad de la Sma. Virgen iba avanzando en la Iglesia, el pueblo cristiano iba experimentando en su propia vida la dulzura de esta Madre. Así es el testimonio de los últimos Papas. El Bto. Pío IX dice: “La Madre de Dios es Madre amantísima de todos nosotros”. El Bto. Juan XXIII le confía, como a Madre nuestra, el éxito del Concilio Vaticano II, que en la Constitución Lumen Gentium la proclama Madre de Cristo y de los hombres”. Y pocos días después, el 2l de febrero de l964, Pablo VI la proclama solemnemente MADRE DE LA IGLESIA, título que a todos los creyentes, obispos y fieles, nos da derecho a llamarla Madre y a implorar su intercesión y mediación en todas nuestras necesidades.

Juan Pablo II, quien desde su juventud está consagrado a María y cuyo lema episcopal es “Totus tuus" (soy todo tuyo, María), en su reflexión sobre la maternidad espiritual de María, da un paso más adelante. El Papa, pocos días después del atentado que sufrió en la plaza de San Pedro, consagró la Iglesia y el mundo entero al corazón maternal de la Sma. Virgen María. Era como poner el mundo en sus manos y declararla madre espiritual de todos los hombres.

Y se preguntaban algunos: ¿Quién es el Papa para consagrar el mundo entero a María? ¿Qué tienen que ver en este asunto los mahometanos, los hindúes, los agnósticos, etc., La respuesta la encontramos de nuevo reflexionando sobre el santo Evangelio: Jesús. El Salvador universal, que muere por todos los hombres, le confía a su Madre el cuidado espiritual de todos aquellos por quienes derramaba su sangre en la persona de Juan, el discípulo amado, cuando exclamó: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Y los exegetas bíblicos han visto en la persona de Juan a la humanidad entera. María es, pues, la madre espiritual de todos lo hombres; el Papa se ha limitado simplemente a actualizar la voluntad de cristo. 

Pero la maternidad de María es una maternidad singular; no es física, desde luego, pero tampoco metafórica o moral. Es una maternidad sobrenatural, desde el momento en que ella está íntimamente unida a la vida y misión de su Hijo: "mujer ahí tienes a tu hijo”.

En el desarrollo de nuestra vida cristiana debemos vivir nuestra relación Madre-hijo. Ella es nuestra madre que se nos da en todo momento y en toda circunstancia como lo haría cualquier madre natural. Lo hizo durante su vida y continúa haciéndolo desde el cielo. El deber de un buen hijo es corresponder al amor de su madre. Y, al igual que Juan, como narra el Evangelio, recibirla “en nuestra casa, amándola, invocándola y suplicando su ayuda en nuestras necesidades.

Fuente: El Propagador, Capuchinos, Valencia, España