La Sagrada Familia, modelo de toda familia humana

 


José Ribes, capuchino

 

 

Una de las imágenes más entrañables que nos ofrece la Navidad es la Sagrada Familia de Nazaret. El hogar formado por Jesús, María y José aparece como maravilloso ejemplo para toda familia humana; Lucas nos presenta de esta manera el ambiente que se vivía en dicho hogar: “El niño crecía en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres” (2,52). Así nos muestra el evangelista el clima humano y espiritual que se vivía en aquella sencilla familia y que les ayudaba a crecer mutuamente en la fe, en la confianza, en el respeto y en la mutua entrega. 

Al nacer en el seno de una familia, el Hijo de Dios la redimió y la consagró. Con su presencia la familia adquiere algo de Dios, algo de su misterio; por eso, toda familia humana hunde sus raíces en Dios, la bendice constantemente, la fortalece en las dificultades, le ayuda a estar más unida y le da crecimiento y fecundidad.

Si en épocas anteriores se había puesto en crisis la institución familiar, hoy, por una razón o por otra, es el valor más cotizado porque la familia es forja de personalidad y de convivencia, es el pilar más seguro, el lugar donde se aprenden los valores que constituyen la sociedad. En palabras de Juan Pablo II, “es la primera e insustituible escuela de socialidad, ejemplo y estímulo para las relaciones comunitarias más amplias en un clima de respeto, justicia, diálogo y amor”. (Familiares consortio, 43). Hoy más que nunca se necesita enseñanzas sobre el amor, el respeto, la tolerancia, la servicialidad, la responsabilidad y la familia es el campo más adecuado para vivir estos valores. 

En nuestra sociedad, no todas las familias son un jardín de delicias; existen problemas, crisis, limitaciones y vicios en la vida familiar. Hay familias heridas, familias rotas, familias manchadas, familias cerradas, familias vacías; familias en las que en vez de amor, hay frío, en vez de alegría hay angustia, familias donde no se ha aprendido a dialogar sino a gritar, no han aprendido a compartir sino a consumir, no se ha educado para la responsabilidad sino para el conformismo... 

Por eso, la familia cristiana, inspirándose en la Sagrada Familia, debe renovar su autenticidad y su vivencia de amor siendo fermento de renovación para toda familia humana. Si el futuro de la humanidad se fragua en la familia, el hogar cristiano debe cultivar el amor y la vida para poder transformar este mundo. Es en ella donde resuena con mayor fuerza las palabras del Papa: “¡Familia, sé lo que eres!”, es decir, comunidad de vida y de amor. Sólo la familia hecha de relación respetuosa y cariñosa, de comunicación íntima, de entrega servicial y sacrificada, de común unión de alegrías, penas y esperanzas, de fe compartida, puede ser creadora y escuela de humanidad. Y en este sentido, la familia cristiana desde su opción por la Iglesia y por el mundo es ayuda y estímulo para la sociedad que pide a la familia recuperar el lugar perdido. 

Fuente: El Propagador, Capuchinos, Valencia, España