Madre de los Enfermos

Fernando Sebastián Aguilar, Arzpo. Pamplona, Obpo. Tudela, España

 

 

 

9 de mayo de 1999 

La Iglesia española dedica el día 9 de mayo a honrar a los enfermos. Es el Día del enfermo. El lema de este año es especialmente sugerente: María, salud de los enfermos.
La primera reflexión que se me ocurre tratando de ver la persona de los enfermos con ojos cristianos, es la parte tan importante que tienen en la vida de Jesús. Jesús vivió rodeado de enfermos. Buena parte de la vida pública de Jesús estuvo dedicada a consolar y curar a los enfermos. Los enfermos acudían a El de todas partes para que los curase (cf. Mc. 3, 9). La atención y la compasión con los enfermos fue uno de los signos más fuertes que utilizó Jesús para anunciar y demostrar la llegada del Reino de Dios, la presencia de su amor y de su salvación en el mundo.

Tenemos que preguntarnos por qué sentía Jesús esa predilección por los enfermos. Ante todo porque acudían a El buscando ayuda. Los enfermos son pobres, gente débil y necesitada, privada por la misma enfermedad de muchas cosas de este mundo, personas que sienten necesidad de los demás y están dispuestas para aceptar la ayuda de quien les quiera bien.

La misma debilidad de los enfermos hace que sean la mejor oportunidad para que se manifieste en ellos el amor verdadero, desinteresado y servicial, el amor generoso, gratuito, constante, fiel. En una palabra, el amor con el que Dios nos ama y nos enseña a amar. Por eso mismo la atención y la preferencia por los enfermos es un signo de la presencia y de la actuación de Dios en el mundo.

La Iglesia, los cristianos, que hemos heredado la misión y las actividades de Jesús en el mundo, hemos de saber ver en los enfermos los predilectos de Jesús. Predilectos porque nos necesitan, predilectos porque nos ayudan a mantenernos en la verdad y en la generosidad de Jesús, predilectos porque nos ayudan a dar testimonio convincente de la bondad de Dios.

Los enfermos equilibran el mundo y equilibran la humanidad de nuestra vida. Con su presencia hacen que en este mundo nuestro crezca el amor, la solicitud gratuita de unos por otros, al margen de toda propaganda, de cualquier interés, de las contiendas y programaciones políticas. La atención a los enfermos crean tanto en las familias como en los hospitales un clima de humanidad donde crecen los sentimientos más humanos y más generosos que podemos ver en el mundo.

Con su debilidad, ellos nos invitan a pensar en los demás, a dedicar tiempo y amor a quienes nos necesitan, a amar y agradecer los dones de vida que hemos recibido gratuitamente, a poner nuestros recursos al servicio de la vida, del consuelo, de la esperanza que ellos necesitan. Los enfermos humanizan, cristianizan, santifican a quien les atiende con amor.

En muchos casos, la presencia de un enfermo transforma la familia, nos libra de una vida superficial y egoísta, nos hace entrar en otras dimensiones de la vida más serias y verdaderas, más cálidas y hasta más íntimamente felices, a pesar del dolor y de los muchos sacrificios que hay que hacer. ¡Qué buena escuela de humanidad y de virtudes cristianas para la gente joven!

María es Madre de los enfermos porque es Madre y discípula de Jesús, porque es Madre y Maestra de amor y caridad, porque es Madre de fortaleza y misericordia, porque es Estrella de la Esperanza.

En este domingo de mayo, la devoción a la Virgen María puede ser un camino de ternura y servicialidad para todos aquellos que tienen que dar amor a un enfermo, a un anciano, a un minusválido. Y puede ser también fuente de consuelo, de esperanza y de fortaleza para los mismos enfermos.

Ella, que nació como madre universal de los hombres al pie de la Cruz de Jesucristo, está siempre junto a todas las cruces que tenemos que sufrir en esta vida, junto a todas las camas de enfermedad y de dolor, junto a todas las minusvalías, junto a todo el sufrimiento de los enfermos.

A Ella encomendamos en este día la alegría y la esperanza de todos nuestros hermanos enfermos, la fortaleza y la generosidad de todos los que se ocupan de ellos, en las familias, en los hospitales, en los sanatorios y residencias de todas clases. Por todos y para todos le decimos: María, Madre de los enfermos, ruega siempre por nosotros.

Fernando Sebastián Aguilar. Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, España