Cuando es difícil tenerle devoción a María


Guadalupe Chávez Villafaña

Los recuerdos infantiles, años ha, evocan a una Virgen María con características que no me resultaban para nada atractivas. El aprendizaje de libros y relatos mostraban a María como una mujer sin carácter, apocada, tímida, triste y, más que dulce, melosa. 

Varias amigas más se formaron la misma impresión que yo: María era una mujer cuyas cualidades podrían servir para otra época, mas no para la nuestra, en que la mujer tiene que aventurarse a descubrir el mundo y a sobrevivir en él. No la podíamos concebir como modelo, incluso nos costaba acercarnos a ella en la oración.

¿Qué me podía decir a mí, una mujer del siglo XX, la espiritualidad de María, quien vivía escondida en los muros de una pobre casa, en una sociedad que yo imaginaba con costumbres cuasi talibanas?

La revelación que cambiaría mi percepción me vino de un maravilloso libro, Vida y milagro de Jesús de Nazaret, del padre José Luis Martín Descalzo. En él se presentan datos históricos que ubican en la época con infinidad de detalles producto de investigaciones minuciosas y con interpretaciones de teólogos diversos, para que el lector forme su criterio.

Ahí descubrí a una María que no se amilanó con la presencia de un ángel que se le aparece, e incluso le pregunta, con toda asertividad: ¿Cómo será eso pues no tengo relaciones con ningún hombre?

Y de inmediato acepta la voluntad de Dios, con toda humildad, es cierto, pero con toda la valentía que ese hecho implicaba. También es cierto que María tuvo que tener una profunda vida de oración, pero al mismo tiempo una claridad asombrosa frente a la realidad. Y, por supuesto, conocía las consecuencias que ese Sí le acarrearían. Viene después su viaje a Ein Karem, a visitar a su prima Isabel. El viaje era largo, los historiadores suponen que se aventuró ella sola, en caravana claro, pero atravesando lugares agrestes en una época en que el desplazamiento era difícil. Y conocí su generosidad para dejar todo y, embarazada como estaba, correr a ayudar a su prima, ya en el sexto mes de embarazo. 

Fui descubriendo a una María valiente, arriesgada, decidida…

Y al analizar el Magnificat, y repensarlo con una nueva visión, descubrí a una mujer alegre, entusiasta, de una inteligencia abrumadora y con un sentido social de avanzada. 

Y permítanme una confesión más: ahora escudriño la vida de María, lo que Lucas nos cuenta escuchado de "viva voz", e intento mirarla con mirada nueva, con perspectiva del nuevo milenio, desde mis necesidades y carencias, y Ella se muestra cada vez más cercana, más mujer. 

¿Qué más podía desear como modelo para mi vida? La Virgen María es una figura actual, de ayer, de hoy y de siempre. Es la mujer cuyas cualidades yo quisiera alcanzar, aunque fuera en mínima proporción. Es la amiga en quien puedo confiar. Es la Madre que me protege amorosamente y me enseña los caminos de la vida, de la verdadera vida que sólo puedo encontrar en su Hijo, Jesús. 


Oración 
Con el velo de María seamos cubiertos,
ni heridos ni muertos
ni presos ni perseguidos 
ni de nuestros enemigos vencidos. 
El poder de Dios nos valga 
y la fuerza de la fe,
la pureza de Maria Santísima 
y la castidad del Señor San José.
Sean benditas y alabadas 
las Hostias de Dios consagradas 
que en este día 
se han quedado en todos 
los templos,
y así se aparten de nosotros 
las malas horas, 
los malos vecinos, 
las lenguas murmuradoras 
ladrones, hombres asesinos, 
todos nuestros enemigos 
visibles e invisibles. 
Cualquier desgracia 
que por nuestros pecados 
esté en peligro de caer 
sobre nosotros o sobre nuestra 
familia, por la gracia y 
la misericordia de Dios, 
venga un aire y se la lleve 
a la región del olvido.
Amén.

Fuente: El Observador