Un modelo para nuestras familias


Yusi Cervantes Leyzaola

La Iglesia nos propone como modelo a la Sagrada Familia. Y tenemos las escenas principales de su vida. Desgraciadamente sabemos muy poco de cómo era su vida cotidiana. ¿A qué hora se levantaban? ¿Qué acostumbraban comer? ¿Quién hacia qué? ¿Qué hacían con su tiempo libre? ¿Cómo se relacionaban con los parientes?

Sin embargo, sabemos que se amaban. Y eso significa muchas cosas en la vida cotidiana porque el amor no es algo abstracto ni nada más sentir bonito en el corazón. El amor en la familia se vive por medio de actos concretos. Por tanto, podemos ir con la imaginación hasta el hogar donde vivían Jesús, María y José y descubrir cómo eran en la intimidad:

* Era una familia en la que se sonreían con frecuencia unos a los otros. Puesto que se amaban, experimentaban el gozo de estar juntos. Sí, debió ser una familia alegre.
* Una familia donde los padres trataban con respeto a su hijo.
* Una familia donde los padres permitían a su hijo ser él mismo. Lo educaron, sí, lo cuidaron y protegieron, pero no pusieron obstáculos para que fuera exactamente quien era ni para que llevara a cabo su misión.
* Una familia donde el hijo estaba sujeto a sus padres.
* Una familia donde todos sentían gusto por servir al otro: no te molestes, yo lo hago; hoy descansa, yo me hago cargo; ¿qué necesitas?; ¿en qué puedo ayudar?
* Una familia que oraba: cada uno a solas con Dios, en familia y en comunidad (en la sinagoga).
* Puesto que estaba en gracia y había paz en sus corazones, seguramente era una familia donde reinaba el buen humor.
* ¿De qué modo expresaban el cariño y la ternura? No lo sabemos. Pero seguramente lo expresaban de algún modo.
* Puesto que su amor era profundo y verdadero, podemos dar por cierto que estaban atentos uno al otro; que eran sensibles a las necesidades y anhelos de los otros; que estaban ahí, que verdaderamente podían contar con el esposo, la esposa, el hijo, el padre y la madre.
* Confiaban unos en los otros.
* Se interesaban por el bienestar de parientes, vecinos, amigos y conocidos.
* No había odios, resentimientos, celos, lucha por el poder, insultos, manipulación, chantaje, envidia, mezquindades, competencias...

Jesús, María y José, la familia modelo. ¿Cómo sería nuestra familia si fuésemos santos como ellos y como Jesús nos pide? Seguramente nuestra vida sería más agradable, no inventaríamos problemas, creceríamos más y el mundo sería mejor.

Podemos hacerlo. Por lo menos podemos acercarnos un poco, paso a paso, a este ideal de familia.

Nuestros hijos no son Dios, como Jesús, pero igual merecen respeto. Su valor como seres humanos es inmenso y se lo deben a Dios, no a nosotros; por tanto, en esencia, somos iguales a ellos; jamás debemos ponernos en un plano superior.

Nuestros hijos, como Jesús, también necesitan que les permitamos ser ellos mismos y descubrir su misión, con todo lo que esto implica.

Nuestras familias necesitan alegría, paz, armonía, confianza, oración, respeto, servicio, cariño, atención, sensibilidad, generosidad, todo eso que estamos seguros era realidad en el hogar de la Sagrada Familia.

Si pretendemos compararnos, no olvidemos que nuestras familias también son sagradas. Son Iglesia doméstica y cada uno de nosotros es templo del Espíritu Santo. Vivamos de acuerdo con esta realidad.

Fuente: El Observador