Maria, excelsa criatura

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Tránsito gozoso y esplendor de Celestiales Espíritus que, unidos en caridad, cantaban alabanzas. Tal fue el ingreso de María al Cielo, cuando la condujo a la felicidad eterna. Pero la mayor felicidad fue la Mía porque colocaba en la Gloria a Mi Madre, para la cual había reservado tanto esplendor. Naturalmente no es ahora el momento para poder entender qué sucedió en aquel día, tanto más que la mayoría de ustedes comprende limitadamente el amor que reina en el Cielo. Por eso no les hablo de esto para describirles aquella fiesta. Más útil es que Me refiera a algunos beneficios que se han podido obtener del día en el cual Mi Madre les fue arrebatada a los hombres.

Ante todo la Gloria y la grandeza de una madre es decoro y protección para sus hijos; por tanto fue posible que Su ayuda llegase a ser para ustedes realidad viva, operante y esto no es poca cosa, créanme. Luego, el haber tomado Su puesto en el Cielo, fue motivo de complacencia para sus hijos ya gloriosos en el Paraíso.

Lo que más interesaba a la Trinidad era recibir a la fidelísima copia Mía, que era Mi Madre y en esto estuvo la mayor resonancia del Cielo. En efecto, la complacencia del Padre es infinita por la semejanza entre Mí y Ella: la complacencia del Verbo es igualmente infinita por el motivo de la maternidad de Ella. Y la complacencia del amor es también infinita, porque en amor, María es la excelsa criatura que conocerán. Por eso la Omnipotencia del Padre, el derecho materno del Verbo hecho Hombre y la Gracia del Espíritu Santo para María, fueron prerrogativas que adquirí desde el momento en que la llevé al Cielo Conmigo.

Por tanto, el cúmulo de estas prerrogativas, vino a ser una enorme masa de beneficios para los hijos de María, buenos y malos.

Antes de Su ingreso al Cielo, faltaba el intercesor más válido después de Mí, el Mediador de ustedes; pero desde entonces tienen para ventaja suya a la Madre más poderosa, la Madre más afectuosa. Quien se vale e Ella, tendrá lo que Mi Bondad ha dispuesto para la gloria futura de cada uno; quien no lo hace, permanecerá miserable porque Yo He puesto todo en manos de Ella y no quiero hacer nada sin Ella.

Les digo que aman poco a esta Madre y por eso no la tienen en la consideración que sería útil y aun necesaria para ustedes. Las Glorias de María son estas: hacer el bien, amar. ¡Cuántas veces Ella debe recurrir a recursos simples para hacerlos aceptar Su amor. Y, ¿no son recursos simples las pequeñas Gracias que le piden? Despierten, hermanos Míos y corran junto a nuestra común Madre: Yo lo quiero.