Fiesta de la Sagrada Familia 


Alfonso Crespo Hidalgo

"Jesús, María y José: una familia acosada"
Textos: Si 3,3-7.4-17a; Sal 127; Col3,12-21; Mt 2,13-15.19-23. 

"Coge al Niño y a su Madre y huye a Egipto". Este es el soplo divino que recibe José, cuando Herodes tiene ya en su mente y en su corazón una estrategia para liquidar al Niño. El rey Herodes no permite que nadie le haga sombra. Y como todo corazón egoísta es miedoso. Consciente de que las promesas divinas hablan de un rey nacido en Belén, el pérfido Herodes manda liquidar a todo niño que haya nacido en el pequeño pueblo. Matar a un niño es matar un ruiseñor, matar la esperanza. 

Pero Dios no va a dejar que el pecado vuelva a ocupar el lugar de la salvación. Y Dios avisa a José: "huye a tierras más seguras". Y así, el Hijo de Dios, apenas nacido y ya es perseguido, aún no habla y ya pertenece al mundo de los refugiados. Jesús es un prófugo. La huida de la Sagrada Familia a Egipto es recogida por la tradición popular en esa bella estampa de nuestros cuadros antiguos: María arropando al Niño, montada en un borriquillo, y delante tirando con sus fuerzas y con su corazón, José, el hombre de confianza de Dios, trasladando su casa a Egipto, a través del desierto: dificultades y angustias. 

Pero en el plan de Dios "pasar el desierto", es símbolo de libertad y salvación, de cumplimiento de las promesas de Dios; quien pasa el desierto es una persona probada, que ha sabido quedarse en lo esencial y aceptar a Dios como al único Absoluto. Y el paso del desierto de la Sagrada Familia es todo un símbolo: nos quiere mostrar que para vivir la vida es imprescindible para cada hombre el sentirse arropado por una familia. 

La familia la depositaria y transmisora de las promesas de salvación de Dios. La vida no es camino de rosas, pero en familia la vida adquiere el sentido pleno desde su nacimiento hasta el momento final. La familia llena de perfume de amor y esperanza la vida del hombre y hace llevaderas las espinas. Por ello, el profeta Isaías hace un bello canto de la familia: "el que honra a su padre, expía sus pecados, el que respeta a su madre, acumula tesoros..." 

La familia, es como una iglesia doméstica: en ella escuchamos hablar de ti, Señor y aprendemos a decir tu nombre. La familia, es la primera escuela de humanidad: en ella, nos sentimos amados por nosotros mismos y aprendemos a amar con gestos de gratuidad. En familia, aprendemos a decir las palabras más hermosas: padre, madre, hijo, hermano. La familia es la escuela donde se aprende a amar; como dice San Pablo: "Revestíos de la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión... sobrelleváos mutuamente y perdonáos... Y por encima de todo, el amor..." 

Hoy, domingo, día de descano, de fiesta, de encuentro, siempre de familia, nos ponemos ante la estampa entrañable de Belén y le decimos al Niño Dios: ¡gracias Señor, por el don de mi familia! 

Fuente:
Alfonso Crespo Hidalgo. Libro ¡Quédate con nosotros!