Sagrada Familia: Jesús, María y José

Jaime Sancho Andreu

Homilía

El domingo que sigue a la Navidad nos lleva a la intimidad de aquella santa familia en que se desarrolló el Hijo de Dios hecho hombre. Es una fiesta de reciente creación, que tiene como finalidad evocar las virtudes domésticas que reinaban en el hogar de Jesús: fidelidad, trabajo, honradez, obediencia, respeto mutuo entre los padres y el hijo... y pedir que sigan teniendo vigencia en nuestras familias.

No podemos decir que los valores familiares cristianos sean los que se promueven como prioritarios por parte de muchos movimientos sociales contemporáneos. Como ha denunciado recientemente el Papa el pasado domingo 19 de diciembre: 

«Por desgracia los ataques al matrimonio y a la familia se hacen cada día más fuertes y radicales, tanto desde el punto de vista ideológico como normativo», constató el Santo Padre, quien recordó que «quien destruye este tejido fundamental de la convivencia humana provoca una herida profunda a la sociedad y daños con frecuencia irreparables».

«El intento de reducir la familia a una experiencia afectiva privada, socialmente irrelevante; de confundir los derechos individuales con los propios del núcleo familiar constituido sobre el vínculo del matrimonio; de equiparar las convivencias a las uniones matrimoniales; de aceptar, y en algunos casos favorecer, la supresión de vidas humanas inocentes con el aborto voluntario; de alterar los procesos naturales de la procreación de los hijos introduciendo formas artificiales de fecundación, son sólo algunos de los ámbitos en los que es evidente la subversión que tiene lugar en la sociedad».

«No puede derivarse un progreso civil de la devaluación social del matrimonio y de la perdida de respeto por la dignidad inviolable de la vida humana . Lo que se presenta como progreso de civilización o conquista científica, en muchos casos, es de hecho una derrota para la dignidad humana y para la sociedad».

«La verdad del hombre, su llamada desde la concepción a ser acogido con amor y en el amor, no puede sacrificarse al dominio de las tecnologías y a la prevaricación de los deseos sobre los derechos auténticos. El legítimo deseo de tener un hijo o a la salud no puede transformarse en un derecho incondicional capaz de justificar la eliminación de otras vidas humanas». «La ciencia y las tecnologías están verdaderamente al servicio del hombre sólo cuando tutelan y promueven a todos los sujetos humanos involucrados en el proceso de procreación». 

«Las asociaciones católicas, junto a todos los hombres de buena voluntad que creen en los valores de la familia y de la vida no pueden ceder a las presiones de una cultura que amenaza los fundamentos mismos del respeto de la vida y de la promoción de la familia».

Los principios que el Papa ha propuesto tantas veces, siguiendo la enseñanza del Beato Juan XXIII en su encíclica “Pacem in terris”, sirven también como pilares para fundamentar la unidad y la paz en las familias: la verdad, la justicia, el amor y la libertad; todo ello basado en el más profundo respeto a la dignidad de las personas. De este modo las familias serán las primeras y más fundamentales educadoras para la paz en el mundo.

Fuente: Arquidiócesis de Valencia, España