Sagrada Familia 

Arquidiócesis de San Luis de Potosí, México

Homilía

El Niño crecía y se llenaba de sabiduría

1 «El que honra a su padre expía sus pecados. El que respeta a su madre acumula tesoros» (Eclesiástico 3,3). Buena lección para la sociedad nuestra. «No abochornes a tu padre mientras vivas, aunque su mente flaquee». Si este mundo se enfoca como un jardín de placeres, estación término, todo se explica. Pero si se ve con ojos de evangelio, hemos de rectificar muchas conductas. «Sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente, perdonándoos como el Señor os ha perdonado. Y por encima de todo, el amor, la Palabra, la eucaristía... Hijos, obedeced a vuestros padres, que eso le gusta al Señor. Padres, no seáis posesivos, para que no se desanimen vuestros hijos» (Colosenses 3,12).

2 Dios crea al hombre y a la mujer y les imprime la vocación, y por tanto la capacidad y responsabilidad del amor y de la comunión, a imagen de la Trinidad, de cuyo amor el matrimonio es la expresión y la prolongación. El amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano, en alma y cuerpo, que en el amor espiritual tiene también su parte. Por eso el matrimonio de los bautizados adquiere el carácter de un gran signo, o, como dice san Pablo, «un misterio grande», que se convierte en el símbolo real de la alianza nueva y eterna en la sangre de Cristo. «Un misterio grande en orden a Cristo y a la Iglesia» (EF 5, 32).
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3 El Espíritu del Señor renueva el corazón y hace al hombre y a la mujer capaces de amarse, como Cristo nos amó. Por el poder de la gracia alcanza el amor su plenitud en la caridad conyugal, modo propio y específico con el que los esposos están llamados a vivir la misma caridad de Cristo, que se da y se ofrece en la cruz. 

4 Pero el amor de los esposos no se agota en ellos mismos, sino que les hace cooperadores de Dios en el don de la vida a otras personas humanas. Cuando los esposos se convierten en padres reciben de Dios una nueva responsabilidad, y su amor paterno se convierte en signo visible del amor de Dios, de quien proviene toda paternidad. De este amor proviene la familia y en ella nacen un conjunto de relaciones, padres-hijos-hermanos, mediante las cuales toda persona humana es introducida en la familia humana, y en la familia de Dios, que es la Iglesia, que encuentra en la familia, nacida del sacramento, su cuna y el lugar donde se anuncia el evangelio de la manera más eficaz y duradera.

5 La Sagrada Familia también, como la familia de hoy, tuvo que afrontar y convivir con grandes problemas; con una dramática situación en cada uno de sus miembros un padre que biológicamente no lo era; una madre que no era esposa plena; y un hijo que rebasaba la dependencia natural. A ella deben acudir las familias de hoy para aprender a vivir el amor y el sacrificio, conscientes de que la gracia del sacramento del matrimonio fortalece a los esposos para sacrificarse el uno por el otro, y ambos por los hijos.

6 «Este será como una bandera discutida. Y a ti una espada te traspasará el alma» (Lucas 2,22). Desde esa profecía dolorosa hay que contemplar las dificultades que encuentra la familia: equivocada independencia de los esposos entre sí; intercambio aberrante de parejas; ambigüedad sobre la autoridad sobre los hijos; dificultades para transmitir los valores humanos y cristianos. El divorcio, el aborto, el recurso cada vez más frecuente a la esterilización, la mentalidad anticonceptiva.

7 Para obviar estas y otras dificultades, el papa Pablo VI recoge en su alocución de Nazaret en 1964, estas tres lecciones: el silencio, la vida familiar, el trabajo.

8 José lleva una vida de sobresalto: «Coge al Niño y a su madre y vete a Egipto. Herodes quiere matar a] Niño». Jesús Niño que ha tenido que huir, va aprendiendo también que será ejecutado en la cruz, como los malhechores. «Nosotros morimos con razón, pero este, ¿qué mal ha hecho?».

9 Jesús, José y María, sed el consuelo y la fuerza de todas las familias de la tierra para que sean trasuntos fieles de vuestra Sagrada Familia. Visitadnos ahora y hacednos fuertes con la gracia de la eucaristía. Amén.