Santa María de la amistad

Santuario de Angosto, PP Pasionistas, Vilanañe, Alava, España

 

Estos meses de octubre, noviembre, diciembre... nos recuerdan fechas muy significativas para nuestra espiritualidad cristiana y Mariana:
ROSARIO, DOMUND, PRESENTACIÓN DE MARÍA,
INMACULADA... Motivos éstos que han estado en el punto de mira de nuestra contemplación en diversas ocasiones, como intentado penetrar en sus contenidos, en sus mensajes...

Este inicio de la andadura del nuevo curso escolar, pastoral y catequético, supone un desafío, tanto para las familias como para la Comunidad creyente. Desafío que nace de la búsqueda de MODELOS de IDENTIDAD en los que vamos a basar nuestra formación humana y cristiana, la de los nuestros. De ahí que en este mes, quiero "contemplar" a SANTA MARÍA de la AMISTAD, como un intento de descubrir ahí, como destellos, la profunda amistad vivida por Ella, como mujer y como creyente.

María es un fruto bellísimo de esa trayectoria del amor de Dios que descubrimos a lo largo de la historia. Todo el Antiguo Testamento es un
himno de la amistad de Dios para con el hombre: en cada una de sus páginas, se presentan las múltiples manifestaciones de amor por parte de
Dios. ¡Cuántas páginas, cuántos Salmos, cuántos mensajes proféticos hablan de es "amor nupcial" por parte de Dios, que cuida con mimo y ternura de su pueblo y al que Dios no quiere renunciar! El momento cumbre de esa relación de amistad se alcanza cuando Dios entrega a su propio Hijo, fruto MADURO de ese amor y de su fidelidad para
siempre.

Esta constatación nos introduce de lleno en la contemplación: María participó de este bella espiritualidad. Dios escoge a una mujer para
llevar adelante su proyecto de amor y, así, María se convierte en eslabón significativo de la Alianza de Dios con la humanidad. Su experiencia singular de Dios se convierte en una PARÁBOLA de esa
relación de amistad, de la fidelidad compartida, de apertura y entrega. Y... ¡hasta qué punto! ¡Hasta qué extremo! En esa actitud callada, pero presencia real en todo el caminar de Jesús mismo, hasta
alcanzar su punto culminante en el Calvario, al pie de la Cruz, acompañando a su Hijo, como también siendo presencia maternal en la Primera Iglesia, acompañando a los discípulos desorientados.

Esta experiencia, Ella la vivió también en la vida de cada día. Los Evangelios (como siempre) sólo nos ofrecen unas pinceladas, pero bonitas y significativas. Su presencia en las bodas de Caná, su visita a su prima Isabel con quien compartir su experiencia única y no fácilmente entendible, claramente nos insinúan esta dimensión de su vida.

En un ambiente como el nuestro, donde fácilmente se "juega" con el amor y la amistad, la figura de MARÍA nos propone unos ejes para la vida.
Así, la fidelidad y la apertura, la entrega y el servicio como dimensiones a vivir. Por eso, educar en la amistad (con la vida y con la palabra) pasa por potenciar esas notas. Ella, de forma callada y discreta, sigue invitándonos a esa EXPERIENCIA.

¡Santa María de la AMISTAD, Madre del amor hermoso, cuida de nosotros y de los nuestros!