La Virgen habla a sus sacerdotes predilectos

Martha Morales

 

El Padre Stefano Gobbi recibió una serie de mensajes de la Virgen María para formar el Movimiento Sacerdotal Mariano en los años 70. Para pertenecer al Movimiento basta con que el sacerdote haga la consagración de sí mismo a la Virgen María, no existe un vínculo jurídico. Este es un brevísimo resumen de lo que la Virgen le pidió al Padre Gobbi.

Le dice la Virgen: Me preguntas por qué te he escogido para difundir mi Movimiento, mientras te sientes tan inadecuado e incapaz. Hijo mío, te he escogido porque eres el instrumento menos idóneo; así nadie dirá que es obra tuya. Yo seré la conductora de este ejército. Lo estoy formando en el silencio y en lo oculto. Ahora es menester mucho silencio, mucha humildad, mucha confianza, mucha oración.

La sola cosa que importa es que os dejéis formar por Mí. Para esto es necesario que cada uno se ofrezca y se consagre a mi Corazón Inmaculado, se confíe totalmente a Mí como Jesús se confió: después Yo pensaré en todo. Y cuando haya llegado el momento, entonces el Movimiento saldrá a campo abierto para combatir con sus banderas desplegadas, contra las filas que el demonio, mi adversario de siempre, se está formando entre los sacerdotes... Se acercan horas decisivas. Por ahora, dejaos formar por Mí, dejaos guiar por Mí.

Vosotros solos, mis pequeños hijos, jamás podréis superar lo que os espera; es por eso que os quiero encerrar en mi Corazón Inmaculado; de esta forma yo misma seré vuestra seguridad y vuestra defensa.

Hay hijos míos sacerdotes, que han traicionado el Evangelio para secundar el gran error demoníaco del marxismo. Por ellos vendrá pronto el castigo del comunismo, y despojará a todos de todo y empezarán los momentos de gran tribulación. Será entonces cuando estos pobres hijos míos comenzarán la gran apostasía... Las espinas más dolorosas me han sido proporcionadas por los hijos más amados y predilectos: mis sacerdotes.

Hay sacerdotes que han traicionado el Evangelio. Ayudadlos, sin juzgarlos jamás. Amadlos siempre. No los condenéis; no os corresponde hacer eso. Amadlos con vuestro sufrimiento, con vuestro testimonio, con vuestro buen ejemplo (...). Todavía tendrá que profundizarse y agravarse este escándalo. Tendréis que sufrir porque esta apostasía llegará a ser un día general, antes de la purificación liberadora (9 de julio de 1975).

Puesto que Satanás hoy ha engañado a la mayor parte de la humanidad con la soberbia, con el espíritu de rebelión a Dios, sólo con la humildad y con la pequeñez ahora es posible encontrar y ver al Señor.

Hace tiempo que Yo misma reúno a éstos mis hijos desde todas partes. Con ellos debo formarme un escuadrón invencible (...). 
Cuando no ores debes estar siempre en oración, y lo estás cuando vives habitualmente en Mí, entonces también cuando hablas, te recreas, vas de paseo, bromeas, estás siempre en Mí, porque haces cada cosa conmigo, y toda persona que se acerque a ti sentirá verdaderamente un perfume de paraíso.

Es necesario hacerse pequeño, sentirse niños delante de Mí. El niño no se mira nunca, ¡pero mira muy bien a su madre! Es la madre la que mira a su pequeño. Es ella la que mirándolo dice: ¡qué lindo eres, cuánto te quiero!

Tú no estás nunca solo, estás con tu Madre que te conduce de la mano. Cada cosa que te sucede está dispuesta por Mí. También los momentos de oscuridad, de sufrimiento, de incomprensión, están dispuestos para que puedas crecer y volverte fuerte... Aprende a verme en la oscuridad y en el abandono. Considérate poca cosa. Pierde el apoyo en cualquier cosa que no sea tu Madre. Entrégate a Mí a cada momento. ¡Vive la confianza del instante presente!

Estad serenos, alegres. No es éste el fin de la Iglesia; se prepara el principio de su total y maravillosa renovación.

“Jesús, dame tu Corazón porque quiero amar a la Virgen como Tú la has amado”. Esta, hijo mío, es una oración que yo misma te he inspirado: Nadie, en efecto, me ha amado como mi Hijo Jesús.

En un 25 de marzo de 1976, fiesta de la Anunciación del Señor, la Virgen le dice a Stefano Gobbi: En el momento en que, envuelta por la Luz del Espíritu, he pronunciado mi “sí” a la voluntad del Señor, el Verbo del Padre, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad ha bajado a mi seno purísimo, en espera de mi maternal colaboración, para que recibiera de Mí su naturaleza humana y pudiese así también llegar a ser hombre en la persona divina de mi Hijo Jesús.
Mirad cómo Dios se ha confiado completamente a esta su criatura humana. El por qué de todo esto ha de buscarse en el misterio del Amor de Dios.

Ha movido a Dios a inclinarse hacia Mí el sentimiento tan profundo que Yo tenía de mi pequeñez y de mi pobreza, y mi perfecta disponibilidad al cumplimiento de la Voluntad del Señor.

Muchos otros caminos podría Dios haber escogido para llegar a vosotros; sin embargo ha querido escoger el mío.
Por eso ahora este camino llega a seros necesario para llegar a Dios (...).