María, figura del Adviento

Padre Florentino Muñoz Muñoz

 

Me es muy grato contemplar y escribir unas líneas que nos ayuden a conocer mejor, a amar con más intensidad y a imitar con mayor fidelidad a nuestra Madre y Patrona, la Stma. Virgen de Argeme, Madre de Dios y Madre de la Iglesia.

Por ello, he acogido con sumo gusto y he agradecido de inmediato la invitación que me ha hecho D. Julián Carlos Pérez Domínguez a colaborar en esta revista. “Estrella de Argeme”, con un artículo cuyo contenido fuera María y el Adviento. Con agrado acepté la invitación y con ilusión ofrezco estas reflexiones a todos los lectores, de modo especial a todos los hijos e hijas de nuestra ciudad de Coria, esperando que el Espíritu Santo las haga provechosas y útiles para todos, estando ya cercanos a las celebraciones del 50 aniversario de la Coronación Canónica de nuestra Madre de Argeme (20 de Mayo 1964)..

1.- El Antiguo Testamento nos habla de María.

Los libros sagrados del Antiguo Testamento iluminan la figura de la mujer nueva, la Madre del Redentor. Veamos de forma abreviada y sintética cómo es anunciada María a través de los tiempos:

* María es insinuada proféticamente en la promesa de la victoria sobre el demonio dada a nuestros primeros padres caídos en pecado, en los albores de la humanidad (Gn.3,15). 

* María es anunciada por el profeta Isaías como la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre será Emmanuel, “Dios-con-nosotros” (cf. Is.7,14).

* María sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que de Él esperan con confianza la salvación y liberación. Los “pobres de Yahvé” pertenecen al “resto de Israel”que vuelve del destierro a su tierra.

* Con María, excelsa Hija de Sión (Sof. 3, 14), tras larga espera de la promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y se inaugura la nueva economía de la gracia, cuando el Hijo de Dios asumió de ella la naturaleza humana, haciéndose hombre (Jn.1,1.14) y semejante a nosotros en todo igual menos en el pecado (Heb.2,17; 4,15), para librar al hombre del pecado mediante los misterios de su muerte y de su resurrección (cf. Gál. 4,4ss) (cf. LG 55). 

2.- Las figuras señeras del Adviento

María se encuentra en el centro mismo del Adviento y ocupa un lugar principal en él, junto con Isaías y Juan Bautista. Son las tres figuras señeras del Adviento cristiano; ellos viven la auténtica espiritualidad y esperanza del Adviento. 

* Isaías anunció al Mesías ocho siglos antes: “He aquí que la doncella ha concebido y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel” (Is.7,14). Mantiene y educa nuestra esperanza: nos ayuda a creer en la Promesa.

* Juan Bautista anunció ya próximo al Mesías: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y Fuego” (Lc. 3,16); y lo señaló después en medio del pueblo “Fijándose en Jesús que pasaba, dice: “He ahí el Cordero de Dios” (Jn.1,36). Es la voz que nos grita durante el Adviento: “Convertíos, preparad el camino del Señor”.

* María concibe al Mesías por obra del Espíritu Santo y lo espera con inefable amor de Madre. Ella es así “la tienda de la nueva alianza”. María nos muestra en concreto en qué consiste la acogida de Dios: “Hágase en mí según tu Palabra”; “Feliz tú que has creído”. 

3.- María se encuentra en el corazón del Adviento

* En María culmina la expectación del pueblo de Israel,

El “resto de Israel” (Isaías) que, liberado por Dios del exilio y de la esclavitud a la que estaba sometido, volvió gozoso y alegre a su tierra de la que fue arrancado por la fuerza: “al ir iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando trayendo las gavillas”. Este “resto de Israel”, alentado y sostenido por el Espíritu de Dios, guardó y transmitió la esperanza mesiánica a las futuras generaciones.

* María aceptó la voluntad de Dios

“El Padre de las Misericordias quiso que precediera a la encarnación la aceptación de parte de la Madre predestinada, para que así como la mujer contribuyó a la muerte, así también contribuyera a la vida” (LG 56). María no se echó atrás, sino que dijo SÍ a Dios. La voluntad de María se dirige siempre a lo esencial: busca siempre a Dios y lo elige como principal interlocutor suyo. Cuando María entraba en su corazón, encontraba a Dios que la habita y la explica. Esta referencia habitual de María a Dios no es fácil en lo cotidiano de la vida, sino que requiere el despojo total de sí misma y una independencia perfecta ante el juicio de los demás siempre que esté en causa la gloria de Dios.

¿Aceptamos los planes de Dios sobre cada uno de nosotros?

* María fue llena del Espíritu Santo,

El Espíritu de Dios reposó sobre María desde su concepción, preservándola de contraer el pecado original, santificándola desde sus orígenes humanos, haciéndola obediente y fiel a los designios de Dios.

El Espíritu Santo cubrió a María con su sombra divina y bienhechora. María, por ser madre del Verbo Encarnado, es bendita “entre todas las mujeres”. Ella aceptó plenamente al Espíritu Santo, que hizo fecundas sus entrañas. Ella concibió al Hijo de Dios primero en su corazón por la fe y después en su seno virginal por obra del Espíritu Santo. María fue, por y en el Espíritu Santo, perfecta transparencia de Dios y entera comunión con su Hijo Jesús”. 

El Espíritu de Dios inspiró a María la oración del “Magnificat”, verdadero espejo donde podemos contemplar el alma de María, mujer contemplativa por excelencia.

El Espíritu de Dios iluminó a María cuando no entendía del todo las palabras, los gestos de su Hijo Jesús y la mantuvo de pie al lado de la Cruz de su Hijo Jesús.

El Concilio Vaticano II nos enseña: “María, hija de Adán, aceptando la palabra divina, fue hecha Madre de Jesús, y abrazando la voluntad salvífica de Dios con generoso corazón y sin el impedimento de pecado alguno, se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la Redención con Él y bajo Él, por la gracia de Dios omnipotente” (LG 56).

¿Nos dejamos habitar, fecundar y guiar por el Espíritu Santo?

* “María esperó con inefable amor de Madre al Mesías” 

María esperó al Mesías no desde fuera de ella, como si fuera alguien que mira al futuro y espera desde fuera de su corazón, sino lo esperó desde dentro de su pueblo y, sobre todo, desde dentro de ella misma. María llevaba al Mesías, largo tiempo esperado, en sus entrañas, sentía latir su corazón dentro de ella, por sus venas corría la sangre de María.... 

¿Cómo lo esperamos nosotros?

* María preparó con cariño y delicadeza el nacimiento de su hijo, 

María preparó y se preparó como nadie a la venida del Mesías, el Hijo de Dios que se hizo hombre en ella y de ella por obra y gracia del Espíritu Santo. Contaría los días, las horas...En contemplación y sobrecogida, María iría adivinando los rasgos, los ojos, el carácter de su Hijito....¿Sabéis? Jesús pertenencia a la entraña y esencia de Dios; sus raíces últimas no terminaban en la creaturalidad, sino en el mismo misterio inefable de Dios; pero Jesús, por su naturaleza humana, era también de condiciòn oriental, semita, judía, mariana....

¿Cómo nos preparamos nosotros para la Navidad?

3.- ¿Qué nos enseña María en el misterio del Adviento?

María, figura excelsa del Adviento, nos transmite un mensaje que hemos de escuchar con atenciòn, vivir con autenticidad y mostrar con sinceridad.

* Escuchar la palabra de Dios.

El hombre es un ser a la escucha de la Palabra de Dios si ésta se produce (K. Rahner). Su espíritu así lo indica y muestra. Dios ha hablado al hombre y le ha mostrado sus designios salvadores: “de muchas maneras y formas habló Dios a nuestros padres por medio de los profetas; en los últimos días, Dios nos ha hablado por medio de su Hijo” (Heb.1,1ss).



María fue una mujer que estuvo atenta a Dios y lo escuchó en las Escrituras Santas de su Pueblo Israel y cuando le dirigió su Palabra en el misterio de la Anunciación: Dios, por medio de su Ángel le comunicó sus designios sobre ella y para ella. Aprendamos de nuestra Madre: no estaba distraída; lo escuchó.



Escuchar a Dios es ante todo don y gracia divina. Como el Rey Salomón, pidamos hoy al Señor que nos dé un corazón que escuche, que atienda, que esté atento. Tan distraídos estamos a veces que no escuchamos nada ni a nadie. Es posible que nos limitemos a oír sin prestar atención, sin escuchar..Roguemos al Señor que despierte y abra desde el amanecer nuestros oídos para que podamos escuchar su voz y su palabra de gracia, de perdón, de misericordia, de esperanza. Así podremos ser verdaderos discípulos de Jesús, como María, la mejor y más excelsa discípula de Jesús, su Hijo. Leamos y meditemos las Escrituras Santas en familia, en la soledad, en comunidad: “quien no conoce las Escrituras, no conoce a Jesucristo”. 

María fue, además, una mujer que respondió a Dios con lucidez, prontitud y generosidad: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. María se abandona en Dios completamente, prestando el homenaje del entendimiento y de la voluntad. Respondió con todo su yo humano, femenino. Ofreció una disponibilidad perfecta al Espíritu (RM. 13). El “hágase” de María es un momento culminante de la fe de María y es un magnífico punto de partida donde se inicia el camino de María hacia Dios” (RM 14). 

La fe de María no es visión. La experiencia de la fe de María entrañó penumbra, heroísmo, confianza absoluta en Dios; pero María nunca desesperó. Cuando María no entendía del todo las palabras de Jesús, no las olvidaba ni las despreciaba, sino que las guardaba en su corazón y las meditaba en el silencio de su alma. Recordemos una vez más las enseñanzas del Concilio Vaticano II: “la Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz, en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie (cf. Jn.19,25), se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por Ella misma, y por fin, fue dada como Madre al discípulo, por el mismo Cristo Jesús moribundo en la Cruz, con estas palabras: “¡Mujer, he ahí a tu hijo! (Jn.19,26-27). Gracias, Señor, por habernos regalado como Madre a tu propia Madre. Queremos amarla y atenderla siempre; queremos dejarnos guiar y acompañar por Ella ahora y en nuestra muerte.

Enséñanos, Santa María de Argeme, a creer en Dios, a decir SÍ a Dios en todos los momentos de nuestra vida, no sólo en las situaciones felices y fáciles, sino también en los momentos dolorosos, que yo sé que nos llegarán un día. Ayúdanos a ser creyentes y a fiarnos de Dios en los días de luz y en los días oscuros y dolorosos; en los atardeceres entrañables de Nazaret y junto a la Cruz, en el Calvario... (cf. DV n.5).

Que los hijos conozcan las Escrituras Santas, la carta que Dios envía a los hombres (S.Agustín), porque sus padres se las muestran, se las comentan...¡Cuántos niños acuden a las primeras Catequesis de las Parroquias sin conocer a Dios, sin saber rezar, sin haber hecho la primera iniciación cristiana que ha de darse, de ordinario, en la familia! 

* Dejarnos guiar y construir por el Espíritu de Dios.

Adviento es tiempo propicio para renovar nuestra unción por el Espíritu, dejarnos guiar por Él al encuentro de Jesucristo, consentir en ser renovados internamente por este mismo Espíritu y realizar las obras del Ungido por el Espíritu: anunciar el Año de Gracia del Señor, liberar a los cautivos, sanar a los enfermos, dar la vista a los ciegos, hacer andar a los cojos, acoger a “los sin techo”, auxiliar a los excluidos...

María se sabía habitada y guiada por el Espíritu Santo en el espesor de su historia. El Espíritu Santo transformó interiormente a María: la hizo santa, la plasmó como criatura nueva, la hizo mujer nueva. “María es como el primer fruto por anticipación de la acción permanente del Espíritu en la Iglesia” (E. Gibson).

El Espíritu Santo nos invita y nos mueve a convertirnos al Señor. Ayudados por la gracia divina, cambiemos nuestras actitudes y criterios, nuestros comportamientos y acciones. Así, no estarán esclavizados por la avaricia, el odio, la envidia, la hipocresía, la intolerancia, la venganza, el orgullo, la frivolidad...

El Espíritu Santo nos mueve a vivir en comunión y en unidad. No vivamos solos y aislados; colaboremos unidos en la vida y misión de la Iglesia. Si rehuimos la comunión y la fraternidad, terminaremos quedándonos solos con nuestra pobreza y edureciéndonos en nuestras posiciones. No vivamos de espaldas. Hagamos realidad la cultura que surge de la comunión: corresponsabilidad, convergencia, colaboración, coparticipación, ayuda fraterna. 

El Espíritu Santo nos empuja a la misión. Él hace resonar de nuevo en nuestros corazones las palabras de Jesucristo: “Id al mundo entero, haced discípulos míos de todas las gentes....”. Es muy preocupante el éxodo de los creyentes al mundo de la increencia. Están desapareciendo las convicciones religiosas profundas, capaces de soportar dificultades graves. Por ello, los cristianos no podemos estar ociosos ni indiferentes...El Señor nos llama a todos a participar en el anuncio del Evangelio, desde el don y carisma que el Espíritu ha concedido a cada uno. Tú también has de responder a esta pregunta que nos dirige Jesús: "cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en este mundo?”. “Sin los laicos no se puede realizar la nueva evangelización”.

Enséñanos, Stma. Virgen de Argeme, a ser dóciles al Espíritu Santo, que nos ha sido dado, y a acudir a Él que es el manantial de la gracia y de la santidad, de la comunión y de la misión, del amor y de la vida. 

Ayúdanos a dejarnos construir y guiar por el Espíritu Santo. No dejemos que nos construyan el dinero, el poder, la imagen, la noche...

* Vivir con esperanza

Adviento es tiempo de esperanza. El Señor está cerca. Viene. Por eso, “esperad y apresurad la venida del Señor” (II Pedr. 3,12). La esperanza en Adviento es tiempo de enderezar las sendas y preparar los caminos del Señor, de despertar del sueño del pecado y velar, porque ya está amaneciendo. Sepamos vivir en esperanza y dar esperanza a tantas personas que la han perdido, o viven sin saber hacia donde van.... 

Santa María de Argeme, Tú eres vida y esperanza nuestra. Todos los corianos y todas las corianas ponemos nuestros ojos en la Virgen cuando apenas se han abierto a la luz, y los cerramos mirando por última vez tu rostro maternal y bueno, en la hora de nuestra muerte porque sabemos que eres nuestra esperanza.

¿Qué nos exige ser personas de esperanza? 

+ Vivir el Adviento en actitud de tensión, de apertura, de disponibilidad, de peregrinación, de provisionalidad, ya que “no tenemos ciudad permanente aquí, sino que andamos buscando la del futuro” (Heb.13,14). 

+ Caminar, como peregrinos por estas tierras entrañables de Extremadura, hacia la Casa del Padre, “haciendo el bien, curando a los enfermos, consolando a los tristes, acompañando a los que sufren, sin volver la vista atrás, sin detenernos a la vera del camino. Ayúdanos, Santa María de Argeme, a no dejarnos seducir por tantos cantos de sirena que escuchamos en los caminos del mundo. Ayúdanos, Santa María de Argeme, a ser libres ante tantas cosas que reclaman nuestra atención y pretenden arrancarnos nuestra libertad. Ayúdanos, Santa María de Argeme, a ser libres para amar y servir hasta la muerte como amó y sirvió tu Divino Hijo Jesús, tan entrañable para los que por la gracia divina creemos en Él, confiamos en Él, esperamos en Él.

+ Vivir con moderaciòn y sobriedad en esta sociedad de consumo, sabiendo compartir los bienes que Dios nos ha dado con los empobrecidos y acoger a los excluidos. La esperanza cristiana nos invita y urge a poner y extender una mesa muy grande en el mundo, de Norte a Sur, de Este a Oeste, en torno a la cual podamos sentarnos todos, sin que nadie quede excluido. Rechazado, despreciado... 

+ Tener encendidas las velas de la fe y del amor en esta sociedad que se hace indiferente ante Dios, lo margina y se olvida de Él. Que el viento del ateísmo nunca apaguen nuestra fe, esperanza y caridad. Queridos padres de familia, iniciad a vuestros hijos en la fe y en la vida cristiana con vuestras palabras y, sobre todo, con el testimonio de vuestras vidas. Queridos catequistas no os canséis nunca de educar la fe de los niños, adolescentes, jóvenes y adultos en comunión eclesial 

+ Colaborar en la transformación de este mundo para hacerlo más humano, más fraterno, más libre, más justo desde los designios de Dios. La esperanza cristiana es activa y dinámica, no consiste en cruzarse de brazos ante los problemas del mundo, ni encerrarse en una torre de marfil a donde no lleguen ni el clamor ni el grito de los pobres de la tierra. La esperanza cristiana nos pide ir haciendo presente en este mundo el Reino de Dios y sus valores: fraternidad, solidaridad, disponibilidad, acogida, compartición, escucha... La esperanza cristiana nos urge a promover y defender las nobles causas de la humanidad: la vida, la paz, la justicia, la libertad...

+ Desarrollar una teología de la inclusión, favoreciendo así que ningún ser humano se vea desplazado, excluido, marginado, olvidado, rechazado por nadie. Los cristianos no debemos estar al margen del problema de los excluidos. ¡Cuántos seres humanos mueren hoy mismo de hambre, de enfermedades curables...! Es preciso promover una globalización de la solidaridad. 

+ Esperar la resurrección de los muertos y la Vida Eterna. 

Santa María. Madre de Argeme, fortalece nuestra débil esperanza; ayúdanos a esperar, aunque alguna vez nuestra esperanza esté crucificada. 

Que la Stma. Virgen de Argeme nos ayude a vivir el Adviento, como tiempo de gracia y de esperanza y como la gran preparación de la Navidad, que a todos deseo muy feliz en el Señor.