María Santísima, hija predilecta del Padre

Arquidiócesis de Madrid

 

"Haced lo que El os diga" (Jn 2, 5) 

Dios nos indica a cada uno lo mejor que podemos hacer en cada momento. Como María, respondamos confiadamente, por y desde el amor, con disponibilidad plena, haciendo lo que Él nos diga.

"Desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo, a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María" (CEC 488).

Dios colmó de dones a santa Maria, y le asignó una misión Unica. Después, podía haberla privado de la opción de decidir si quería participar en la preciosísima tarea de ser la Madre de Jesucristo. Pero quiso que ella decidiera. Y cuando el ángel le habló, ella respondió entregándose como esclava por amor.

"En esta respuesta de fe (de María) estaban contenidas una cooperación perfecta con la gracia de Dios que previene y socorre y una disponibilidad perfecta a la acción del Espíritu Santo, que perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones" (RMat 13).

María es especialmente digna de bendición porque acogió la palabra de Dios, creyó en ella, fue obediente a Dios, guardó y conservó esa palabra cuidadosamente en su corazón, y la cumplió fielmente. Ahora que reflexionamos sobre la figura de María santísima, es una buena ocasión para meditar si nosotros también actuamos así.

María se presenta ante los ojos de los hombres como "ejemplo perfecto de amor, tanto a Dios como hay prójimo" (TMA 54).

Maria creyó al ángel del Señor, quiso contribuir a la Obra del Señor, y se entregó plenamente a su tarea: nada menos que ser la Madre de Jesucristo. Para dar un 'sí' como ése al anuncio de su vocación, era necesario que residiera en ella la gracia de Dios: como creía, quiso hacer la voluntad del Padre.

Rápidamente se puso en marcha. Su respuesta de fe no se agotó en dar un sí. Por el contrario, tan pronto supo qué quería el Señor de ella, rebosante de caridad, se sintió aún más animada a colaborar con los demás y se fue a ver a Isabel, esposa de Zacarías. María respondió, pues, con una disponibilidad plena. Por tanto, es también ejemplo de persona que no pone impedimentos a Dios para hacer su voluntad y prestar servicios al prójimo. Siempre se mostró totalmente dispuesta a que el Señor se sirviera de ella para ayudar y salvar a los demás.

María ha recorrido un camino más largo que cualquiera de nosotros en la fe. Ella nos precede, marcha detante de nosotros. Y en su camino no sólo es par; nosotros modelo de fe vivida, sino también coopera sin cesar a la obra de la salvación Ilevada a cabo por Cristo. Contribuye cotidianamente a la generación y educación de todos nosotros, hijos de la Iglesia. Ella nos invita con afecto e insistencia a acudir a la casa del Padre, e intercede por nosotros ante el Señor.

Maria nos mostró claramente en Caná que no basta con acercarse o esta cerca de Cristo; hay que escucharle y hacer lo que Él nos diga, creyendo firmemente que nada habrá mejor que lo que El quiera para nosotros. Nada hay que dudar, nada hay que temer: María, como en Caná, está ahí para interceder por nosotros de una manera poderosa, para que avancemos por el camino de la santidad y finalmente nos salvemos y alcancemos la vida eterna. 
"Ella, a la que invocamos como Omnipotencia supplex (Omnipotencia suplicante), intercederá ante su divino Hijo, como en las bodas de Caná, para que nada nos falte. Sabemos que su intercesión Ilega misteriosamente incluso hasta donde no nos atrevemos a pedir. Ella sabe que 'para Dios no hay nada imposible' (Lc 1 37), pues, en las manos divinas, ha sido dócil instrumento en la historia de la salvación. Conociendo la infinita potencia de la gracia de la Redención -mediante Ia Cruz y la Resurrección de su propio Hijo- Ella, la Theotokos (Madre de Dios) puede decir a todos y a cada uno: 'Haced lo que El os diga' (Jn 2, 5). ¡ Todo lo que Él os diga!" (Juan Pablo II, Homilía en Huelva, 1993).